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Espectro autista y la vuelta a clases en tiempos de pandemia: ¿Tiempo de repensar la escuela?

Muchas de nuestras familias han podido pasar unos días disfrutando de sus vacaciones fuera del lugar donde residieron gran parte del año pasado. Un cambio de aire, dicho comúnmente, necesario para preparar el nuevo año académico que se nos avecina.

Con el comienzo del mes de marzo, la atención de las familias en Chile ha virado en torno al cada vez más cierto retorno a clases.

En estas últimas semanas, el debate en torno a la escuela ha sido encabezado desde el MINEDUC, que ha insistido en sus esfuerzos por el retorno a clases presenciales, como ha sido el discurso desde el inicio de la pandemia. Esta vez, eso sí, ha hecho hincapié en la necesidad de salvaguardar el desarrollo armónico de los y las estudiantes.

Por su parte, el colegio de profesores mantiene sus profundas aprehensiones entorno a un regreso a las aulas que califican de poco consensuado y apresurado, y ha contrapropuesto con un plan que contiene nueve pasos que consideran críticos para poder retomar las clases dentro de lo que requiere la nueva normalidad.

Desde este debate mediático y marcado por posturas que parecen antagónicas, creo que es necesario tomar en cuenta la oportunidad histórica que se nos presenta de repensar la escuela post-COVID, de manera que ella responda a la tan compleja pregunta que muchos se han cuestionado en estos tiempos; ¿Para qué sirve la escuela?

Muchos padres y madres han visto trastocada la cotidianidad con la necesidad de acompañar a sus hijos e hijas en los estudios. Las estrategias y herramientas que moran en la conciencia colectiva (como “la letra con sangre entra”), no surtieron efectos en las nuevas generaciones (nunca en realidad). Muchos padres y madres se vieron sobrepasados por la compleja labor que las y los profesores llevan a diario y multiplicados por a lo menos 30 niños y niñas más. La escuela es un fenómeno mucho más profundo que nuestra experiencia con ella nos pueda brindar como punto de referencia. Y son muchos los elementos que tenemos que mirar.

¿Qué ocurrió con las y los estudiantes con necesidades educativas especiales (NEE) durante el año pasado? Una vez más el éxito académico de las y los estudiantes con NEE dependió en gran medida del compromiso de sus educadores y establecimiento. Si bien no me cabe duda que muchos profesionales cumplieron cabalmente su labor, tampoco puedo aseverar que cada estudiante con alguna NEE recibió la atención académica que merece desde un enfoque de derechos. Y esto último es lo importante: la escuela hasta ahora no es garantía de la concreción de una educación basada en un enfoque de derechos que priorice el bien superior de sus estudiantes. A pesar de los esfuerzos, hay una lógica cultural en torno a mirar la escuela como un proceso sin mayor análisis crítico, sino más bien una opinión de si es buena o mala la institución que elegí para mis hijos e hijas.

Ante esto, y debido a la oportunidad única que tenemos de mirar al abismo y plantearnos de nuevo que escuela necesitamos para nuestra nueva realidad, es que urge priorizar el aprendizaje por sobre la enseñanza.

Es primordial también que la escuela sea vista como aquel laboratorio de emociones y experiencias que le permitan a niños, niñas y adolescentes a descubrirse como protagonistas de sus procesos tanto académicos como de desarrollo de habilidades sociales y éticas. El contenido per se no sirve ya para los propósitos de llevar a Chile al desarrollo. El desarrollo de competencias y lo que ello implica debería ser prioridad incluso durante la pandemia.

El sistema escolar en Chile mantiene la lógica del mercado de la competencia, el ranking de notas y el individualismo. La pandemia nos vino a mostrar que somos un sistema que más parece rizoma que engranajes aceitados para un resultado único. Debemos mirar el paradigma que sustenta la idea del ranking que termina por hacer que el otro sea una amenaza y no una oportunidad.

Es en este espacio donde debemos repensar la escuela ¿Tendremos evaluación SIMCE este año? ¿Para qué? ¿Cómo incide el acceso a internet en el futuro de nuestras y nuestros estudiantes? ¿Cuánto hay que invertir en planes de multimedia para que nuestros hijos e hijas tengan un sueño que buscar?

Para las familias de niñas y niños dentro del Espectro autista, la pandemia ha retrasado un tiempo ya escaso para el desarrollo social, emocional y cognitivo de nuestros hijos e hijas. Si las condiciones de salud (tanto acciones concretas por la pandemia, como en lo referente a la alicaída salud emocional) fueran las óptimas, no existiría una reticencia a enviar con alegría a nuestros hijos e hijas a la escuela. Pero eso está lejos de lograrse.

Y si, tiene razón el MINEDUC con levantar la bandera del desarrollo psicosocial de niñas y niños. Pero el verdadero cambio se va a dar cuando sea la escuela quien genere las pautas de convivencia social y no que esta sea la repetidora del individualismo, la cultura del exitismo y el bullying que no se enfrenta decididamente como país.

Y por supuesto que el colegio de profesores tiene razón. La escuela es una comunidad educativa, y todos los actores son importantes. Algo tan crucial como lograr la vacunación del personal de aseo, incluir la enfermedad en el seguro escolar y crear mesas de trabajo en cada comunidad hará que todos los involucrados (familias, educadores y asistentes de la educación, estudiantes y en gran medida la comunidad extensa y completa), se comprometan a cuidar de nuestros niños, niñas y adolescentes quienes a su vez cuidaran sus hogares.

La escuela antes de pandemia era vista por muchas familias dentro del espectro autista como una oportunidad, pero también como una amenaza de exclusión, acoso, y falta de oportunidades concretas para aprender a nuestros propios ritmos ¿Queremos volver a lo mismo? Mi hijo menor ha logrado desenvolverse de manera espontánea y segura en su hogar. Ciertamente va a ser complejo, como autista nivel 2, ingresar a clases a primero básico, donde toda su idea de escuela será transformada. La idea de repensar la escuela pasa también por la necesidad que esta sea vista como un lugar de acogida a cada estudiante que llega, para poder transformarse en la mejor versión de sí mismo.

Durante el encierro pudimos explorar otras miradas para una educación integral. La meditación, el yoga, el arte y la música. Ciertamente oportunidades para explorar el mundo sensorial que muchas veces es caótico para niñas y niños del espectro. Oportunidades que no llegaron a todas las familias y que solo se encuentran en algunos establecimientos. Si la tecnología hizo posible mantener nuestros lazos afectivos con nuestros seres queridos; si el inglés pudo romper barreras para ayudarnos a darnos cuenta de que las fronteras son sólo constructos sociales, entonces no entiendo porque la priorización curricular no incluye como elemento cardinal la refundación de la escuela como la oportunidad de convivir con el otro, de manera de hacernos más humanos y más cercanos ¿Hemos aprendido a maravillarnos con el otro, a pesar, y en muchos casos debido a la normalidad de reconocernos diferentes? La crisis de representatividad y credibilidad en la política, ¿no es acaso también una crisis de no mirarnos y honrarnos como maravillosamente humanos (imperfectos, con dolores, pero también con pasiones y ternura)?

La escuela debiera entonces basarse en un principio tan noble pero tan importante como lo es la justicia. Detengamos un momento el contenido, la polémica y la necesidad de tabular resultados, y comencemos a preocuparnos de cuan felices son los niños, niñas y adolescentes en sus escuelas.

Si no tuvimos el aula el año pasado, hacer que las clases sean percibidas como imprescindibles pasa por el reconocimiento a la labor docente, y que la escuela, junto con el fortalecimiento de las familias, son los depositarios de las esperanzas de un mejor futuro. Ante ello estamos en una etapa crucial para cambiar la repetición por transformación. Ojalá que la pandemia no nos vuelva inmune también a mirar al otro con la certeza que es una parte importante de mi vida que viene a completar mi aprendizaje. Que la escuela sea un lugar feliz para todas y todos. Incluso si no encajan en la vieja y nueva normalidad.

Juan José Lecaros C.
Fundador y Presidente de Fundación Ítaca para la Inclusión y la Familia | + posts
  • Profesor de Inglés UMCE
  • Magíster en Enseñanza del Inglés como Idioma Extranjero (TEFL)
  • Magíster en Educación con Mención en Liderazgo Transformacional y Gestión Escolar
  • Diplomado en Estrategias de Inclusión Psicoeducativas para niños con Síndrome Autista y Síndrome de Asperger

Es padre de Juan José (11) y Santiago (7). Profesor de inglés por más de 20 años en todo tipo de contextos. Actualmente profesor universitario y supervisor de prácticas pedagogía en inglés.

Desde su experiencia con el diagnóstico de su hijo menor hace 5 años, decide con su esposa crear un lugar para apoyar a las familias y sus procesos dentro del mundo del Espectro Autista. También ha realizado capacitaciones a profesores en materia de inclusión.

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Katia

Excelente artículo, el cual habla del como piensa nuestra sociedad chilena con respecto a la educación.

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