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¡Y nos falta el olor!

¡Y nos falta el olor! ¡Eso es lo que falta en este día pues, profesor! Nos falta ese olor a sala, olor a adolescente o niño. Nos falta el olor de la humanidad después de educación física o la pichanga del recreo. Nos falta el perfume de la apoderada y el olor del casino del colegio, que más que casino huele a plato pobre sin la mano de la abuela en bandeja de plástico. Nos falta el olor del cigarro mañanero de la colega y del café reparador. Hasta el matute que se vende como colación apurada uno echa de menos. El frío matinal y el olor ese justo después de la lluvia. El olor de la alegría y de la contención diaria. El olor al esfuerzo y a sueños de futuro esplendor que muchas veces se quedan en eso. En sueños.

En nuestra patria maculada, esa de jaguares rascas de un Sanhattan que es como el lunar de la Marilyn Monroe pero en una cara más deslavada, toda la columna vertebral de la educa$ión $hilena se basa durante la pandemia exportada en si el pobresor puede o no pagar su internet.

Y bueno. Se le acabaron al profe sus ratos libres, ya no hay recreo para ir al baño. Hasta la familia pasa de nuevo a segundo plano. Porque hay que estar ahí y adaptarse. Y a tratar de encantar a una generación ya sobrepasada por la deshumanidad de nuestra era. Y el profe de media tuvo que acomodar su comedor como sala de clases (algunos de esos espacios son más dignos que la sala del colegio), y la profe de básica se esmera en hacer todo tipo de actividades entretenidas para los niños y las niñas que tienen la fortuna de conectarse en el computador familiar y a alguien que acompañe al crío.

Y adiós a la privacidad. El número del profe lo tiene hasta Don José del minimarket. Y contesta mails y mails. Y tiene largas reuniones sin puerto. Y le llueven los mensajes de las mamás y de alguno que otro papá. Las entregas mil veces postpuestas y el encontrar el justo equilibrio entre mandar actividades significativas y lograr que puedan ser hechas por los y las estudiantes sin   mayores complicaciones. Porque la revisamos en la siguiente clase de 45 minutos en dos semanas más. Pero ojo, tienes 57 mensajes de números no registrados. Consultas varias. No solo de materia, sino incluso contiene el dolor, la angustia y la incertidumbre del no saber si lo van a echar o no.

Y prepara las guías con el material que encuentra y selecciona de madrugada. Y hace turno ético en los espacios donde la ética es el lujo del profe y la escasez del sostenedor.

Y toda la parafernalia de la modernización educacional se va a las pailas cuando ves que tus estudiantes no tienen internet, y si no fuera por las RRSS libres (el gancho de cualquier compañía) no tiene mayor conexión con el mundo. Y ahí te pegas el alcachofazo que no todos tienen el acceso al mundo y tampoco tienen las competencias para manejar la ola de información y desinformación.

Y entonces vamos haciendo capsulas de videos pa’ subirlas al Youtube ¡Da lo mismo la ropa que te pongas o si se le nota o no el tatuaje al profe! Y vamos haciendo grupos de Whatsapp con los cabros chicos, y con los papás (¿Por qué se sigue diciendo papás si son las madres las que más cojones y presencia tienen?) ¡Profe! ¿Compraste el pan para los tuyos? ¿Fuiste al banco? ¡La feria se desarma más temprano!

Y mientras eso pasa, y la primera línea de la educación pone el pecho, el niño con autismo se pierde detrás de la pantalla. La niña con síndrome de Down no encuentra sentido a mirar esa cara negra que mira al vacío. Al niño poblacional con TDAH no lo aguanta ni la abuela que duerme en la misma pieza y los adolescentes sufren porque la ansiada libertad no llega ni llegará. Y sus hormonas hacen dar portazos en la cara de la desbordada madre. Y en general los estudiantes duermen, pero ya no sueñan. Y algunos llevan ese dolor a la calle. Porque una piedra no rompe el dolor que traen dentro hace generaciones, pero se lanza como se lanza un grito de desahogo en medio de tanta lágrima.

Y el inefable dueño del circo pide volver a clases para que el obrero salga a trabajar sin güeviar.

Y se nos pasó el año casi completo. Y esa invisibilidad del proceso hace que se vean otras cosas. Y hacen patente las fallas del sistema ¡Y que tanta siutiquería, si no son fallas, son violencia estructural, hecha a propósito! Para que salir de la pobreza cueste un ojo de la cara. Si. Literalmente.

¡Por eso te escribo pues profe! Para que recuerdes que sin ti la escuela no funciona. Y te honro viejo profe que no podía entender como funciona su celular y que ahora hasta TikTok hace para llegar a sus estudiantes.

Gracias a los profes de arriba y abajo. A los que están con los más pequeños y con los universitarios. Porque en este día, recordamos que en este mundo, donde se premia la arrogancia que nace de la ignorancia, tratar de enseñar algo es un acto revolucionario. Y donde ser profesor y no cuestionar esta injusticia impuesta, es una contradicción hasta biológica.

Gracias a ti profe por volverte humilde aprendiz.

Juan José Lecaros C.
Fundador y Presidente de Fundación Ítaca para la Inclusión y la Familia | + posts
  • Profesor de Inglés UMCE
  • Magíster en Enseñanza del Inglés como Idioma Extranjero (TEFL)
  • Magíster en Educación con Mención en Liderazgo Transformacional y Gestión Escolar
  • Diplomado en Estrategias de Inclusión Psicoeducativas para niños con Síndrome Autista y Síndrome de Asperger

Es padre de Juan José (11) y Santiago (7). Profesor de inglés por más de 20 años en todo tipo de contextos. Actualmente profesor universitario y supervisor de prácticas pedagogía en inglés.

Desde su experiencia con el diagnóstico de su hijo menor hace 5 años, decide con su esposa crear un lugar para apoyar a las familias y sus procesos dentro del mundo del Espectro Autista. También ha realizado capacitaciones a profesores en materia de inclusión.

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