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¿Lo No Binario es (solo) una identidad de género?

Partamos por un recorrido para situar el concepto de género. En este sentido, niña, una de las primeras voces hegemónicas que se pronunció al respecto, fue el psicólogo infantil John William Money, en el marco de sus investigaciones sobre Identidad de género y rol de género. Específicamente: Gay, Straight and In-Between: The Sexology of Erotic Orientation. Allí, Money estableció una dicotomía entre naturaleza y cultura, entre lo innato y lo adquirido, entre lo biológico y lo social, lo psicológico y fisiológico.

Posteriormente, lo utilizará el psicoanalista Robert Stoller en los años sesenta en el ámbito de la psicología. En el texto Sex and Gender (1968) Stoller analizaba las diferencias entre sexo y género en casos relacionados con transexuales para distinguir entre lo que él entendía como identidad sexual (gender) y el sexo biológico (sex).

No obstante, será desde el feminismo en donde el género adquiere otra dimensión: como una categoría de análisis. Cuyo primer gran alcance fue el desnaturalizar lo que significaba ser mujer, y explicar que las desigualdades entre los sexos no se trataba de una cuestión biológica, sino social e histórica.

Un primer antecedente se encuentra en el trabajo de la antropóloga norteamericana Margared Mead en Sex and Temperament in Three Primitive Societies realizado en Nueva Guinea, en donde se dedicó a analizar de qué modo, la división sexual del trabajo y las estructuras de parentesco explicaban los distintos roles de género en las diversas etnias que estudió, de manera diferente respecto de las sociedades occidentales, demostrando que las diferencias temperamentales no eran innatas sino que sociales.

En 1949, Simone de Beauvoir, en su libro, El Segundo Sexo, mediante la frase: “La mujer no nace, se hace”, la autora analiza cómo ésta fue considerada como lo “Otro”, como un no sujeto.

No fue, sin embargo, hasta la denominada segunda ola feminista, en los años setenta, la feminista lesbiana radical Kate Mill publicará Sexual Politic (1970) señalando que las diferencias entre hombre y mujer eran sociales.

Posteriormente Gayle Rubin en 1975, antropóloga norteamericana, utiliza el género en su concepto sistema sexo-género, en donde la sexualidad se transformará en productos de la sociedad humana.

Todos estos aportes y más otros que llegarían posteriormente, se configura reafirma una categoría de análisis en clave de diferencia sexual: el binario hombre/mujer. El que será del todo útil y necesario, pero que no logra explicar la existencia de una serie de corporalidades que escapan a este binario.

Debido a esta carencia es que la filósofa Teresa de Lauretis, hablará de Teoría Queer, la cual no era otra cosa que un marco explicativo que permite dar cuenta e interpretar a todos esos cuerpos que se escapan del binarismo de esa Normalidad impuesta.

En la misma línea, la filósofa Judith Butler, planteará una novedosa propuesta para interpretar el género: “Como consecuencia, el género no es a la cultura lo que el sexo es a la naturaleza; el género también es el medio discursivo/cultural a través del cual la naturaleza sexuada o un sexo natural se forma y establece como prediscursivo, anterior a la cultura, una superficie políticamente neutral sobre la cual actúa la cultura”.  (1)

Es decir, para Butler el sexo es tan cultural como el género, dado que se imbuye en una lectura a priori por parte del dispositivo médico, muy centrado siempre en la normalización de los cuerpos; es decir, corregir antes de que esta corporalidad se extravíe en los marasmos de la existencia monstruosa.

Junto a estas aportaciones, la filósofa también sostiene que el género se construye vía performance, en lo que ella ha llamado precisamente Performatividad del Género, que no es otra cosa que la repetición de una serie de actos que terminarán por naturalizarlo, precisamente. Para Paul B Preciado, por su parte, el género no es tampoco una mera categoría de análisis, ni tampoco la implicancia de un binarismo. Así lo explica a continuación: “El género ha pasado de ser una noción al servicio de una política de reproducción de la vida sexual a ser el signo de una multitud. El género no es el efecto de un sistema cerrado de poder, ni una idea que actúa sobre la materia pasiva sino el nombre del conjunto de dispositivos ‘sexopolíticos’ (desde la medicina a la representación pornográfica, pasando por las instituciones familiares) que van a ser objeto de reapropiación por las minorías Sexuales”. (2)

Este performar, para Preciado abriga una multiplicidad de posibilidades, es por eso que hablará de multitudes queer que se mueven a través de la desidentificación: “Surge de las bolleras que no son mujeres, de los maricas que no son hombres, de los trans que no son ni hombres ni mujeres.” (3)

No puedo dejar de mencionar a la disidencia sexual: la cual invito a comprender como una serie de éticas y prácticas que no se alinean con Orden Hegemónico Heteropatriarcal. Y que por tanto, para mí, como lo he señalado en escritos anteriores, no se trata de una identidad de género. Y esto, porque sin ella, creo, queda un poco incompleto el puzzle para llegar hasta lo no binario.

Con el terreno llano: ¿de qué se trata lo no binario? Algunxs tendrán la tentación de declarar que es un mero tránsito entre géneros o que, incluso, no reconoce géneros. Y lo que yo podría responder, humildemente, desde esta tribuna es que, efectivamente, niña: sí, por supuesto, lo es. Porque de pronto, lo no binario es un paraguas que engloba una serie de experiencias, cuerpos, existencias, etc. Que se expresan desde una fisura de lo que también he mencionado en columnas anteriores como esta Patriarcal Colonial Modernidad, al decir de la feminista Rita Segato.

En principio qué interesante es percatarse que cuando se leen rayados en las paredes con lo no binario, aparece escrito de este modo, pero también como “no binarie” o incluso “no binarix”. Y pienso, como con la llamada Plaza Dignidad: muchxs le continúan denominando Plaza Italia o Plaza Baquedano.

Lo anterior me conecta con el segundo elemento: propongo que no exista una definición única para lo no binario/e/x. Dado que, entre otras razones, creo muy necesario comprender que estamos asistiendo, desde mi perspectiva, a la ruptura con un Orden Civilizatorio de la cruentamente binaria Modernidad; y por lo mismo, los niveles en que se dan en cada lugar, en cada cuerpo, en cada existencia no son iguales. Acá cito a compañerxs de lo que fue el Cawin Trans Interseccional: “Nos quieren uniformes como monocultivo, seamos rebeldes como bosque nativo”. Es decir, el caos al que nos han enseñado a temer, es constituyente de nuestras existencias.

Por tanto, como un tercer elemento que invito a considerar es que comprender lo no binario/e/x solo como una identidad de género, en mi perspectiva, no nos permite dar cuenta de la multiplicidad caótica que está allí desbordándose, un allí colectivo en el cual convergen muchos aquíes.  Lo no binario/e/x puede ser una identidad de género, y muy regio en cuanto es lo que nos recorre; sin embargo, quisiera señalar que en lo personal creo que, si no se logra romper con el impuesto género a través de un no binarismo; sería lamentable, porque entre otros aspectos, no lograría activar el potencial anticolonial y subversivo de lo no binario/e/x.

Dicho lo anterior, niña: Lo no binario/e/x en mi perspectiva, no es solo una identidad de género si se quiere plantear así, sino que es una simultaneidad de experiencias a la vez, dentro las cuales podemos ubicar nuestras propias prácticas cotidianas o políticas. En el caso de estas últimas, pensando en el actual escenario, invito a no pensar binariamente, porque aquello implica la política fascista del Mundo del Uno, impuesto a través de la Patriarcal Colonial Modernidad. Evitando así, excluir a cualquierx otrx, porque no se amolda a la perfección a lo que pensamos/creemos sea LO correcto.

En fin, que nadie nos diga qué es o no es lo no binario/e/x, pues se está construyendo como lo están haciendo nuestras propias subjetividades.

Lilit Herrera Contreras
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