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(Mis) aproximaciones a eso de la(s) Disidencia(s) Sexual(es)

Era el año 2013, para variar, la tristeza hacía eco en cada rincón de mi opaca realidad. Por supuesto, niña, no era, como me sucede ahora: una triste potenciadora, de la que no escapo, pues aprendo, reflexiono. Antes, por el contrario: me hundía en un pantano sin posibilidad de sobrevivir a mi propio atentado. En un frenesí de autodestrucción hasta rasgar la última de mis posibilidades por sobrevivir.

Por ese entonces, descubrí en la pantalla de mi computador que una Tal Hija de Perra llegaba a presentarse al Bar El Roma, en Valparaíso. La actividad era organizada por una tal Codymu, la que en ese momento quería decir Comisión de Diversidad Sexual y Derechos de la Mujer que funcionaba en la Universidad de Playa Ancha. Cuando llegué a la peña, no disfruté del espectáculo de Hija de Perra. Sentía, para variar como me sucede en la vida, no era mi lugar, pues al parecer, nunca, ningún sitio es realmente mi lugar. Sin embargo, precisamente este hecho, me llevó a participar de la Codymu -yo que había entrado a la universidad de grande ya- siendo parte cuando se cambió de Diversidad a Disidencia, porque en conversaciones con el ala posma de la comisión que le decían, la disidencia implicaba un quiebre con la heterosexualidad en cuanto régimen y contra todo al parecer.

Se lo escuché esto a las hociconas, en ese momento, de las Arroz Quemado. Recuerdo que el ala más de izquierda de Codymu, a la que yo me integré cuando inicié militancia en la izquierda, se oponía a cambiar el nombre a disidencia, dado que el diálogo era más amplio con los sectores obreros y populares, bajo el término de Diversidad Sexual. Misma explicación que escuché en un par de cabildos lgbti en los cuales participé durante la Revuelta. Yo estando en la izquierda muy que fui una de las defensoras de hablar de disidencia, pues como una era de las posmas también… Si ya meses antes había llegado a mi vida esto de lo queer, porque leí una entrevista a la José Carlo Henríquez, hablar de Butler, Preciado… con la reapropiación del insulto.

En fin, en mi caso, niña: oí por primera vez acerca de disidencia sexual, en un contexto universitario. Lo planteo, por tanto, porque todas mis iniciales aproximaciones fueron desde aquel lugar.

En un principio, me dio temor la disidencia sexual. ¿Sabí’ por qué? Porque me parecía agresiva: todes vestían de negro o se apertrechaban con colores oscuros, así de ridícula era, ñaña. Pero te digo: esa suerte de uniformidad estética, me alejaba… Y si bien yo siempre fui la atea de mi familia, la formación católica, en mi caso, no fue algo de lo que yo me sacudiera tan fácilmente, niña. Porque los anarquistas para mí eran esos que hacían sitting, o los que ponían bombas. Yo recuerdo, y es algo que he evidenciado a propósito de lo que los medios tanto masivos como los alternativos, han construido como relato de la primera línea: una profundamente masculinicista y heterosexual, no dando cuenta de su multiplicidad, su pluralidad.

Y bueno, esta gente de la disidencia sexual también era como así. Y yo pensaba: ¿ellos querrán coger entre sí todo el tiempo? Porque siempre vi gente hablando de sus prácticas y las prácticas sexuales, porque entendí que lo queer muy en la línea de Preciado tenía mucha influencia en la llamada disidencia sexual, pero al quedar siempre ahí, algo siempre sentí que me faltaba. Digo esto, a propósito de mi percepción, no lo planteo como una verdad. Esto queer que llamaba a reapropiarse de la injuria, a tomar el insulto y volverlo propio. Maravilloso po’, ñaña: Yo tomaba el maricón que me había dañado y hasta me lo pasaba por toda la cuerpa que le dicen, ésas a las que les dicen las feminazis.

Al final esto de disidir es como eso, tal parece. Eso pensé yo en ese tiempo ¿Y sabí’, niña? Me parecían conversaciones tan snobs, tanto personaje en clave neoliberal muy preocupadxs todxs de sus figuras, lo que me provocaba rechazo y una necesidad por alejarme cuando estuve cerca. Lo empecé a encontrar una cuestión de cabro universitario con acceso a ciertas lecturas. Sin embargo, con el tiempo, si bien creo que hay mucho de academia, también era posible encontrar un nicho crítico. Uno que no era solo lo queer, sino que herencias, por así decir, de Ayuquelén, de las Yeguas del Apocalipsis, etc.

Ahora bien, como decía, disrupción. Eso era para mí aquello llamado disidencia sexual. Recuerdo haber leído en una tesis en la cual participé: en esos años, ser trans, ya era motivo de investigación por parte de estudiantes de psicología. Creo que era importante hacerlo, para ellxs mismxs principalmente, pero hay que poner en tensión la lógica que se emplea, bajo cuál paradigma, porque tal como les dijo Ámbar una vez a un grupo de universitarixs, en un conversatorio en la escuela de Medicina de la Universidad de Valparaíso: ustedes buscan hacer sus tesis en gente trans, porque no les conocen, no saben quiénes son. Si se relacionaran con personas trans, no serían necesarias las tesis.

Recuerdo que en aquella tesis en la cual participé, llegué al Hector Salinas, uno de estos señores de la disidencia sexual, figura en México, ese país de la Thalía, pero que ella dejó pa irse a vivir con el Tony Motola a los Estados Unidos. Lo que plantea el ser apellidado Salinas es que la disidencia sexual, a diferencia de la diversidad sexual, no integra a la heterosexualidad. Cuestión que sospechosamente, no escapaba del marco de lo que nos han hecho entender como una mera orientación, un deseo que en sí, al parecer es lo naturalmente dado, y lo otro es lo otro. Pues tal como lo plantea Susy Shock en colaboración con la banda de colibríes, pues los autoproclamados normales dicen que lo otro es lo diferente, pero resulta que somos todxs diferentes. Y hace sentido cuando Shock pregunta: ¿a qué le tenés miedo? ¿A mí o a vos?

Ya había escuchado sobre la heterosexualidad como un régimen político de las palabrúas anteriores, y me dio por profundizar y llegué a la Monique Wittig, quien hablaba de la heterosexualidad en su texto El Pensamiento Heterosexual, la cual caracterizaba como un régimen político, agregando que lesbianas no eran mujeres, porque a diferencia de estas últimas, no eran una categoría heterosexual, no serían serviles al Patriarcado, mediante su unión la unión matrimonial con hombres.

Esta posibilidad de fugarse me pareció increíble. Me pregunté, en ese momento, si yo podría, de algún modo, fugar de la imposición como esta categoría de lesbiana. Con el tiempo, también fui entendiendo que las lesbianas del contexto de Wittig, tanto por época y lugar, no eran comparables a las actuales. Lo que yo no lograba descifrar en ese momento,  lo aprendí posteriormente con feministas radicales, quienes me hicieron comprender la profundidad del ser lesbiana. Fue así que conocí a Adrienne Rich, esta poeta gringa que había roto con todo, había abortado tanto, tanto. Y lo entendí en el sentido siguiente: el activismo lgbtiq en donde se inscribe la lesbiana, es un activismo de la gaycidad, en pos de seguir incorporándose a una sociedad profundamente neoliberal. Pero la existencia lesbiana de Rich y creo también, que el ser lesbiana de Wittig, tampoco debería ser entendido en esta clave, sino en las posibilidades de ser o como me gusta entenderlo a mí, como un estar siendo lesbiana inserta en un feminismo lesbiano o lesbofeminismo, que no es en lo absoluto un activismo lésbico lgbti, es decir, de la gaycidad neoliberal. Es fuga.

Mi alejamiento de la izquierda, en donde aprendí mucho respecto de la pertinencia de las caracterizaciones políticas, pero que a la vez me hacía amoldar los contextos al marxismo: al menos, así me disponía yo, me permitió retomar lecturas sobre lo queer, comenzar otras sobre feminismos radicales. En este contexto, es que podía atestiguar, cómo círculos más cerrados, por lo que observaba, usualmente en ámbitos más académicos y en activismos, pero de seres ligadxs a la institucionalidad académica, ya sea por estudios o trabajo, seguían planteando con una admirable convicción la disidencia sexual como una posibilidad de activar y de articularse.

Comprendí entonces, que mi paso por las revisiones de teoría queer, de los feminismos radicales, comenzando a interesarme por lo comunitario, economía feminista, anarquismos, me hacían conectar desde otro lugar con esto llamado disidencia sexual. Regresaba entonces, a la explicación anterior de Héctor Salinas: la heterosexualidad no estaba integrada dentro de la disidencia sexual. Pero esta afirmación, me llegaba ahora que ya podía comprender a la heterosexualidad como un régimen político, como aliada perfecta del Orden Fundante que nos somete, a unxs más que a otrOs, siempre a unxs más que a otrOs.

También pude comprender, el cuadro que he podido configurarme en mi alocada cabeza, y es que la diversidad sexual para mí opera en la lógica de abrazar el contrato social. Es en tal sentido, una forma de percibir y de relacionarse con el mundo, desde un lugar que está en cuestión. Abrazar el contrato social, que te convierte en ciudadano, no es más que avalar el Orden Fundante de una República que se resquebraja. La figura del Estado-Nación se resquebraja, porque asistimos al comienzo del fin de un Patriarcado de Patriarcas. En tal sentido, la disidencia sexual, que es más bien en plural, propone la ruptura, la disrupción.

Sin embargo, quiero expresar inmediatamente el matiz: yo no creo que ni la diversidad, ni la disidencia sexual puedan incluir. Tal posibilidad solo la posee quien tiene la facultad para enunciarse, es decir: quien o quienes históricamente han fundado el orden, las reglas, el sistema mundo que nos tocó habitar. Ya sea que el paraguas desde el cual nos paremos sea diversidad sexual o disidencia sexual, son otredad, o como me gusta entenderlo: otras otredades.

Como esa especie de eterna otra de la que nos hablaba Simone de Beauvoir. Lo otro, aunque parezca obvio, es lo otro. Es un allí construido a partir de un Aquí. Sin un aquí, no hay allí, o más concretamente, no hay allíes. Entonces, las otras otredades no pueden reglamentar al Sujeto Enunciador; es decir, no podrían integrar o incluir a la heterosexualidad, aliada perfecta del Sujeto Enunciador.

Es por eso que a la luz del proceso plebiscitario que se nos viene encima, no va por lo que Segato sostiene como feminizar la política, porque esa política ya la planteaba Aristóteles era el espacio del Varón, que nace desde, por y para ÉL. En tal caso, se trataría de construir otros mundos. En este aspecto pensaba cuando varixs seres que se designaban como disidentes sexuales, apoyaron candidaturas del Frente Amplio, especialmente, la figura de Beatriz Sánchez.

Frente Amplio que, sería en su conjunto, impugnador de la elite, no obstante, el tiempo ha demostrado que son parte del problema. Me preguntaba: ¿Cómo ser disidente siendo parte del Orden Fundante que crea la constante otredad?

A partir del Mayo Feminista, en 2018, a mi entender, la disidencia sexual desborda los ámbitos más académicos y de activismos específicos de… y emerge con todo. Aunque, por decirlo así, se constituye en sujetos, bajo la figura de disidencias sexuales que necesitaban nombrarse. Quizá, se puede interpretar que ese plural da cuenta de las multitudes. Sí y no: sí en el sentido que se expresa en seres de carne y hueso, básicamente, como sinónimo de LGBTI. Es decir, desde la reapropiación de la injuria se transformó en término comodín, para designar a cualquier ser que no fuera heterosexual. Una heterosexualidad que se entiende como una mera orientación y en ningún caso, como un régimen que es parte fundamental del Orden Fundante del Sujeto Enunciador.

Disidencias que de pronto firmarán candidaturas para seguir validando la estructura de dominación que nos oprime. Disidencias que no son plurales, porque son coptadas en clave de multiculturalismo; es decir, en clave neoliberal.

Ciertamente, todas estas materias para muchxs, son novedosas. Se están dialogando, y creo que ya ese diálogo es del todo relevante. Solo anuncio mis sospechas y peligros que percibo en cada una de las letras de ese concepto. Que se disfraza de plural con los colores de la diversidad sexual.

En mi perspectiva, primero: el nombrarse es del todo importante, que existan voces otras que tantas veces oí en mi recorrido por distintos establecimientos durante aquel período, pero que perdían su potencialidad a la vez, porque… Mujeres y disidencias sexuales. Nuevamente, una réplica de Adán que saca a sus Evas desde su costilla.

Personalmente, me parece un contrasentido; pero creo que es parte de la pluralidad. He comprendido que así como ha ocurrido con los feminismos, surge la necesidad de plantearle en plural, porque aproximaciones, praxis, hay varias. Me parece que esto construido como disidencia sexual pasa por lo mismo. Al entenderlo de tal modo, detuve a mi colonizador interno que busca decirle a unx otrx cómo debe llevar adelante su praxis disidente sexual. Una que para mí, es mucho más amplia que con quien nos acostamos o no. En tal sentido, me gusta sentipensar las múltiples posibilidades que se abren en éticas disidentes sexuales o por qué no decirlo, éticas disidentes sexo-genéricas.

Es una forma, creo, de alejar cualquier atisbo de sujeto revolucionario disidente sexual. Estoy más en la línea con lo que se viene planteando desde los transfeminismos, que dan cuenta de una maravillosa pluralidad de existencias: no es que el feminismo integre a eso llamado trans, sino que convergen una serie de cuerpos que son uno y varios a la vez.

Para mí, me interesa plantearme en estas posibilidades de rupturas con la hegemonía enunciadora. Y acá, no pasa por volver a la disidencia sexual, bajo el concepto de disidencias sexuales en un sinónimo más, es decir, en palabra muerta, no porque crea que los nombres solo en cuanto nombres son fundamentales, porque tomando lo que plantea la feminista lesbiana antirracista, Victoria Aldunate respecto del feminismo, esto primero es práctica y luego nombre. Y el nombrarse puede abrir posibilidades otras.

En este sentido, posibilidades otras creo que pueden ser si se supera aquello de entender que disidencias son solo seres simplemente; y más bien, se traduce en prácticas, en éticas disidentes. Para mí, disidir del Contrato Social, que es un elemento fundamental para seguir sosteniendo al Estado-Nación a quién se nos obliga a pedirle reconocimiento.

Me hace más eco el seguir reapropiándose de las injurias, continuar haciéndolas propias, en ruptura con los ciudadanismos. En este aspecto es que invito a pensar en posibilidades de alianzas otras, de lo monstruoso, esa X que está allí, incomodando porque no sabemos qué es. Puede ser todo. En esa x, un error que lo encarna todx quien no cumpla con la norma ciudadana. Cuando señalaba al comienzo la influencia de la teoría queer en la disidencia sexual, quería llegar al punto de lx queer, como todas esas expresiones torcidas: aquí van desde quienes habitan la calle, prostitutas, alcohólicxs hasta seres no heterosexuales.

Hay para mí, una potencialidad de alianza, bajo la figura de lx Monstrux: esa figura que produce incertidumbre, temor, desestabilización. Una figura perfecta para no, las despotenciadoras disidencias sexuales, sino que para un terrorismo en contra de todo lo que representa el Estado Nación, es decir en contra del Orden Fundante del Sujeto Enunciador:  terrorismo desde éticas disidentes, terrorismo monstruosx para desestabilizar al Orden Fundante de nuestro interior, en cada una de nuestras acciones cotidianas y políticas. Un devenir bandada que permita fugas, fisuras como los llamados seres que practicaban bandidaje, llamados así por no querer adaptarse al nuevo modelo económico que se implantaba. Construir mundos otros, sin pretender la inclusión en el Mundo del Orden Fundante del Sujeto Enunciador, y mucho menos, sin caer rendidxs en la ilusión que podemos integrar la hegemonía que nos ha construido otras otredades. Porque entonces, ya nos transformamos en Sujeto Enunciador, Orden Fundante; aprisionadxs en nuestro propio Estado-Nación.

Lilit Herrera Contreras
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