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Violador se escribe con X

“Yo que estaba en el barco, me tomé una bellísima Caníbal que el almirante graciosamente quiso regalarme. Me la llevé a la cabina, donde viéndola  toda desnuda como a su usanza, me vino el deseo de divertirme con ella. Y queriendo dar cuerpo a mis ganas, ella que no quería, se defendía con las uñas en tal modo, que me arrepentí bien rápido de haber comenzado. Visto que no podía comenzar para darle conclusión a la historia, agarré una cuerda y la azoté tanto que ella gritaba con chillidos inauditos, de una violencia increíble. Pero después, para terminar, conciliamos tan bien en la necesidad amorosa que parecía estar amaestrada en la escuela de las bagazo—Prostitutas, vagas, vulgares” (1)

Michele da Cuneo

    Sensaciones, emociones muchas me recorren, cada vez que leo esta cita. No sé qué les cause a ustedes, pero puedo intuir que no les ha de dejar en la comodidad de la indiferencia. Un extracto que describe muy bien de qué se trata el Orden Civilizatorio que habitamos: el de la Violencia Colonizadora, una que sin Violación Fundacional, no pudo haberse concretado, principalmente, porque le constituye desde antes de ser la Colonización tal y como le conocemos.

Un acto violento, concerniente en dominar, subordinar, tomar y depredar. Porque no solo se viola cuerpos, de ésos que te enseñan en el colegio, sino que territorios. Lo plantearé así: sin violación de territorios, no puede explicarse la violación de cuerpos y viceversa. Pero primero me pregunto: ¿quiénes sufrirán directamente esta violencia y por qué? 

Pero para entrarle, como le escuché el otro día a una socióloga mientras le servía el almuerzo a su marido, quisiera invitarles a viajar por dos cuestiones que me parecen fundamentales. La infantilización y feminización de les seres que habitaban estas tierras a la llegada de Cristóbal Colón ¿Cuáles han/hemos sido históricamente?

Primero, señalar que la construcción de la raza, en principio como una línea divisoria entre conquistadores y conquistadxs, terminó por constituir a un humano relativo. Será éste el penetrable, y en consecuencia lx violable. 

Por una parte, nos encontramos con la infantilización, que hizo creer que aquellxs seres necesitarían la tutela de sus conquistadores. Sin embargo, eventualmente, como sabemos, la infancia es una etapa en la vida que como tal, ha de concluir en un determinado momento, para dar paso a otra de mayor desarrollo. El niño que se transforma en hombre. No obstante, los conquistadores fijarían una trampa con la otra parte: la feminización de lxs seres de estas tierras. 

Llegamos así a este segundo elemento. Es decir, la llamada feminidad, la cual se sitúa como lo subordinado, pero por sobre todo, lo indeseable, frente a un solo tipo de masculinidad (violenta), a la cual había que aspirar a no perder u obtener. Una que, en palabras de Preciado, se vuelve una verdad anatómica; la cual, en un mundo binario, implica una totalidad, que ha de excluir a todo lo que no lo sea. En definitiva, si no se es hombre, se es mujer. Y estos indios, como les llamarían los conquistadores, no eran como ellos. No solo, en un principio, se pondría en duda su condición de humanos, sino que luego quedarían transformados en lo que Francesca Gargallo llamará Mujer Social

Es decir, a través de estas distinciones se va imponiendo un Orden Simbólico en donde, todo lo relegado a lo femenino, es decir, lo no hombre, sería dominado, subordinable, abusable, penetrable, al igual que el infante. Niñxs y mujeres, en tal sentido, somos todxs, somos una Mujer Social

Pero como escribía al inicio de este texto, nunca se trató solo de cuerpos humanos, sino que de todo aquello que no fuera ni hombre, ni humano. Los territorios han sido igualmente de penetrabres. 

Es decir, La Violencia que nos fundó, a través de la infantilización/feminización para justificar nuestra subordinación y dominación; y por ende, volvernos cuerpos penetrables, y por tanto violables, no puede desligarse de la violencia que depreda nuestros territorios. En tal sentido,  invito a pensar en la figura del Ecocidio, del cual todxs formamos parte. Porque como lo habláramos con la Karin en algún palabreo, hay un colonizador dentro de todxs, porque la colonización está en nosotrxs.

Entonces pienso, si bien yo cumplo con las características de cuerpo violable, hay otros cuerpos que también ¿Y qué hacer frente a ellxs? En mi adolescencia e infancia, fui parte de un grupo de normales a ratos y desde allí violenté, pero indudablemente, ocupé más tiempo de mi vida en el bando de seres anormales padeciendo la violencia directamente.

¿Puedo ser una travesti normal? Sí, puedo, pero no quiero, tendría que comprenderme transexual o transgénera, hasta no binaria delgada. Aunque allí, en la condicionalidad se encuentra El Colonizador. Ese mismo que en mi interior me hacía disfrutar del porno heterosexual que vi por años. Esas mujeres fingiendo placer y hasta sufriendo ¿por qué me excitaban? ¿Hasta dónde la crueldad de la colonización se manifestaba y manifiesta en mí? Yo gocé por muchos años con este porno que se constituía como una performance de la violación, de esa Violación Fundacional.

¿Quién me dice a mí que no violaré a otro cuerpo, otro ser? Yo podría asegurarlo ahora, pero ¿siempre habré podido? Yo, sociabilizado niñito, ¿pude haber podido responder que no lo haría? Si esa violencia está allí, latiendo muy peligrosa y destructivamente ¿Qué ocurre con, al decir de Rita Segato, nuestro Ojo Pornográfico, que todo lo depreda?

Este Ojo Depredador, nunca ha sido exclusivo de los hombres cis heterosexuales, aunque a ellos se les enseña a reproducirlo y gozarlo abiertamente. Indudablemente, por plantearlo así, han ocupado más el lugar de victimarios, en cuanto la necesidad de reafirmar su propia masculinidad. Ciertamente,  no caeré en el absurdo de negar una violencia que es estructural, que sí nos mata a unxs, mientras que otros jamás serán asesinados por ser hombres, por haber vuelto la masculinidad una verdad anatómica. Sin embargo, y considerando lo que plantea Gargallo de la Mujer Social, el “hombre indio”, ¿qué tan hombre es? ¿En nuestros espacios, no existe esta masculinidad hegemónica, que es así de violenta? 

Cuando hablo de nuestros espacios, me refiero en los que una solía organizarse -personalmente, estoy alejada de todo tipo de organización desde hace unos meses. Allí se ha hablado del espacio seguro. La fórmula: no permitir la entrada a hombres cis heterosexuales. Sin embargo, siempre escuché acusaciones de acosos, abusos, violaciones perpetrados por personas disidentes sexuales, trans, travestis, etc. Y es que la masculinidad hegemónica del Colonizador, nos habita. Ésa que nos lleva a feminizar al ser otrx, que nos hace subordinarle a nuestros deseos, dominarle, humillarle, degradarle, depredarle.

¿No caemos nosotrxs, en el ejercicio colonizador de infantilizar, feminizar y con ello tutelar y dominar a lxs otrxs? ¿Siempre el otro ha sido un legítimo otro? ¿Siempre lo es en nuestros llamados espacios disidentes sexuales que alguna vez habité? No responderé, prefiero abrir las preguntas. Porque si algo aprendí, es que jugarle al Mesías, es abrazarse de esa masculinidad colonizadora, que tanto daño nos ha hecho: la misma que depreda territorios y cuerpos. Porque fundamentalmente, depreda a corpoterritorialidades. Porque dolorosamente, la mayoría hemos o seguimos depredando, violando y nunca nos dimos cuenta, hasta que… hasta que…

Porque Violador, se escribe con X. Porque Violencia, se escribe con X. Una X de la que formamos parte todxs ¿Cuándo lo reconoceremos? No lo sé…

    1. Se puede encontrar esta cita en carta escrita por Michele da Cuneo a su amigo Jerónimo     Annari, en el contexto del segundo viaje de Cristóbal Colón a la, arbitrariamente, llamada     América, en 1493. Disponible su análisis en:

https://www.academia.edu/4197140/_De_can%C3%ADbales_etn%C3%B3grafos_y_evangelizadores_versiones_de_la_otredad_en_tres_cartas_del_descubrimiento_

Lilit Herrera Contreras
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