Hoy me levanté cien por ciento positivo. Primero me duché y me sequé con mi toalla de sólo diez por ciento de polyester. Tomé mi desayuno absolutamente integral, con galletas de avena y leche de coco. No uso ningún tipo de endulzante, porque aunque digan que no contienen azúcar, nunca he confiado en los químicos preservantes ya que de seguro tienen un diez por ciento de azúcar mínimo.
Me vestí con mi ropa íntegramente comprada en ropa americana, ya que allí -si uno busca- encuentra prendas de verdad, cien por ciento algodón y más encima cuarenta por ciento más baratas.
Como siempre me fui al trabajo en bicicleta, no sólo porque le hace bien a mi aparato respiratorio y a mis músculos, sino porque es el medio de transporte en que reduces el treinta por ciento de riesgo de sufrir un ataque cardíaco, un cuarenta por ciento de que te atropellen en un paso de cebra, un cincuenta por ciento de aumento de visibilidad para los automovilistas y un ochenta por ciento disminuye la probabilidad de que te atropelle un tren. Claro que aquí en mi ciudad no existen trenes y creo que hay más del noventa por ciento de probabilidad de que nunca tengamos uno.
Llegué a mi trabajo sin novedad. Es un edificio grande, antisísmico. Aquí, desde 1940 que no hay un terremoto, así que creo que tenemos más del cincuenta por ciento de probabilidades de nunca saber cuán sísmico es este edificio. Trabajo en el cuarto piso, sector de estadísticas, me encanta mi trabajo. Siempre subo por las escaleras, porque hay un diez por ciento de probabilidad de que se caiga un ascensor. Saludo a todos cuando llego, aunque en realidad debo conocer al veinticinco por ciento.
Lo que más me gusta de mi trabajo es ver todos los días a Marisol, creo que estoy cien por ciento enamorado de ella. Bueno, no fui exacto, no la veo todos los días. Trabajamos de lunes a viernes, a veces ella presenta licencia por una enfermedad crónica que tiene y si le sumamos los feriados y las vacaciones, creo que de 365 días sólo la veo unos 290, es decir, la veo casi un ochenta por ciento del año.
Ella es tan hermosa, es buena con todo el mundo, alegre, solidaria. Aunque todas visten la misma falda, la misma blusa y el mismo bolerito, ella se destaca por lejos de las demás. Cuando pienso en ella no puedo ser objetivo, me olvido de las estadísticas y los porcentajes, se me caen las cosas, me suda el cuerpo. Si la tengo cerca me vuelvo un completo imbécil, no me salen las palabras, casi siempre me quedo como un bobo mirándola. Soy un desastre junto a ella.
Hoy por ejemplo me vino a entregar unos informes que debía firmar sobre el gran aumento porcentual de las enfermedades mentales en tiempo de pandemia y sólo me salió un:
-Déjelo en mi escritorio- y se fue.
Tengo que hablarle, decirle lo que siento. Hay más del cincuenta por ciento de probabilidades que me rechace, pero tengo el cincuenta por ciento de probabilidades que me acepte. Ella es más joven y sólo el cuarenta por ciento de las mujeres elige hombres mayores. Pero hay una estadística que me mata, es que sólo el diez por ciento de las relaciones entre el jefe y la secretaria terminan bien.
Pero qué le voy a hacer, si la amo con locura.
Este lunes la invitaré a almorzar, sí o sí. Los días lunes más del sesenta por ciento de las personas está más propenso a aceptar un cambio.
Fotografía: Akin Barría Guerra
Mauricio Guichapany
Actor y dramaturgo chileno.