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El jazz que le llaman

La noche, siempre es noche. Tiene que ser noche, aunque sea de día, el sonido es de noche, de rincones oscuros, de lugares encerrados, de calles vertiginosas avanzando contra el cerebro.

El Jazz es una bocanada de humo contra los jardines florecidos de la realidad, algo liberador que rompe las cadenas de la memoria y de las cuentas y de las deudas. Te llena de alas la tranquila ambulancia, te refresca el cuello de tanta corbata, te estruja el pecho a la hora del saxo y de la guitarra. El Jazz te desnuda en plena calle alejando los autos y acercando las miradas. Puedes pensar que no pasa nada cuando lo escuchas, pero está tatuando en tus cartílagos las notas desenfrenadas de la esperanza. El Jazz necesita de tu perdición, que te pierdas, que no tengas miedo, te llevará tan lejos y tan cerca que la ciudad parecerá siempre un lugar olvidado y desconocido.

Aquí se improvisa el recuerdo y el futuro. Salen disparadas las palabras detrás de las notas. Es la pérdida de los modales y los gestos. Aquí todos somos aprendices, todos caemos en el delirio de la trompeta, vamos por sus giros encontrando el pulso justo. La agonía debe ser muy parecida a soñar con el contrabajo, cientos de ellos durmiendo en tu pieza, haciendo sonar sus cuerdas para que estés despierto. Sólo los platillos dan la atmósfera telúrica y subterránea, sólo el trombón huele a quemado en la esquina de la silla.

El Jazz no se entiende, se siente. No lo analizas, lo disfrutas. El Jazz es la llave maestra de mis silencios. El compañero fiel de mis viajes, la nave sin pasajeros de mis sueños, el columpio alborotado de mi infancia. El Jazz es la grieta feroz de mi placa oceánica, la rotura insobornable de mi tejado de vidrio, la papa en el calcetín, el perejil en el diente, el Jazz es la libertad de los presos políticos, la justicia de las etnias, el respeto a la naturaleza.

El Jazz es noche, abierta y alcohólica, etílica y sonámbula, famélica y noctambula. El Jazz vive sin salvoconductos ni comisarias virtuales, no necesita permiso para entrar en tus huesos, te cambia el humor, la mirada y los modales. El Jazz es lo que necesita nuestra Patria para escribir con buena letra las páginas primeras de las convencionales.

El Jazz eres tú, sin saber qué hacer conmigo.

Fotografía: Akin Barría

Mauricio Guichapany
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Actor y dramaturgo chileno.

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Nelson Daniel Medina Reyes

Hola maury extraordinaria podría desir tesis de un tema de jazz saludos cuidate

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