‘La Prensa Austral’, en su edición del 7 de agosto de 1963, daba cuenta de los últimos hechos de sangre acaecidos en Punta Arenas: “Jorge Nahuelquín Hueicha, de 29 años de edad, propietario del restaurant ‘Gavilán’, ubicado en Errázuriz N° 448, fue hallado muerto en el interior del establecimiento en la tarde de ayer.
El cadáver estaba tendido sobre un camastro; presentaba una profunda herida a la altura de la sien izquierda y otras en diversas partes de la cara. En el suelo y las paredes se podían observar numerosas manchas de sangre.
Nahuelquín Hueicha vivía solo y no tenía más familiares que un primo en Punta Arenas”.
El primo al que se hace referencia es Pedro Nahuelquín, dueño del restaurant ‘El Roto Chileno’ (Talca 1231, Armando Sanhueza en la actualidad), quien fuera alertado por el propietario del bar ‘Satélite’, ubicado frente a ‘El Gavilán’ (N. del A: Errázuriz 424, es la dirección correcta), a quien le pareció raro que este no abriera sus puertas. El familiar se acerca a la Comisaría de Carabineros para denunciar el hecho, por lo que dicho personal se traslada al lugar, encontrándose con la siguiente imagen: “(…) Al lado de una mesa junto al calentador, se podía observar una inmensa laguna de sangre cuajada, manchas en las mesas y en los bancos que utilizan los clientes para sentarse junto al mesón.
Continuaron recorriendo las otras dependencias y, en la habitación que colinda con la cantina, sobre un camastro, tendido en cueros de lana, semi descalzo, estaba el cadáver de Jorge Nahuelquín Hueicha. Su cara bañada de sangre, servía para apreciar la magnitud de las heridas. En tres paredes, más o menos a ochenta centímetros del suelo, se veían manchas de sangre.
Se presume que el trágico suceso pudo haberse derivado de una riña (…) No cabe duda que la pelea comenzó en el bar y que Nahuelquín, herido mortalmente, trató de llegar hasta su camastro, apoyándose primero en el mesón, luego por las puertas y finalmente por la pared, hasta alcanzar su lecho” (La Prensa Austral, 7/8/1963). El cuerpo presentaba siete golpes contundentes en el cráneo, uno profundo en el parietal izquierdo.
Se trató de dilucidar las últimas horas de la víctima, producto de lo cual, vagamente, se logró determinar quiénes fueron sus últimos clientes. Se encontraron 4 vasos con licor, se detuvo a dos personas. Se identificó al ‘último cliente’, quien resultó ser un ‘uniformado’ y atestiguó encontrarse totalmente ebrio, no recordando por ello los horarios en los que estuvo en el lugar.
Se habló de la existencia de una maleta y un reloj de metal blanco marca Medana, con esfera blanca y calendario, sin pulsera, que le fue sustraído al occiso; ambos artículos nunca aparecieron.
Respecto a Nahuelquín la prensa informa lo siguiente: “(…) Se trata de un hombre solitario, bebedor. Era natural de Chiloé, radicándose hace algunos años en Magallanes. Con anterioridad estuvo en el campo, en faenas ganaderas. Al parecer logró reunir suficiente dinero como para adquirir su negocio y dedicarse a esta nueva actividad desde septiembre del año pasado” (El Magallanes, lunes 12 de agosto de 1963).
“(…) a veces se perdía por dos o tres días, entregado a francachelas con grupos de amigos, pero siempre esta situación era conocida por los vecinos”
“(…) Desde luego no se encontró dinero en el cajón del negocio. La última boleta de compraventa fue extendida el día 2 de agosto pasado, lo que indica que no mantenía su negocio en orden. Pedro Nahuelquín, su pariente más cercano, dijo que la víctima tenía una maleta con dinero, posteriormente se retractó manifestando que lo que guardaba era ropa. Lo cierto del caso es que la maleta no aparece en el local. Tampoco hay más vestimentas que las que la víctima llevaba puestas, pese a que tenía su residencia allí mismo” (El Magallanes viernes 9 de agosto de 1963).
Se escudriñaron bajos fondos y poblaciones apartadas del centro de la ciudad. Hubo detenidos y coartadas, pero la verdad nunca apareció.
Nahuelquín tenía 29 años, como establece la lápida que guarda sus restos y la verdad de lo acontecido.
En el tocadiscos del bar se encontraba el long play ‘Guitarras de medianoche’, del cantante y compositor mexicano José Alfredo Jiménez, al parecer la última canción que Nahuelquín pudo oír… “Por donde me oigan, sigan mi voz”… que así sea.
Alexander Santander Olate
Profesor de Historia y Ciencias Sociales.
Cómo siempre excelente Alexander Santander
Muchas gracias por tus palabras y por leerme!