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Sobre la presentación de mi primer libro, un almuerzo con Joan Jara y el encuentro con Pedro Guichapany 

Escribo estas líneas mientras pienso que parte de la energía de Pedro Guichapany Miranda, -seguramente- pasea lenta y maravillada por las calles de Punta Arenas, con audífonos y un equipo de sonido en el brazo. El viento y la lluvia no le perturban, pues avanza en su propio compás. 

Asistí a los ritos de la multitudinaria despedida de Pedro, el 12 de marzo en el Cementerio Municipal de Punta Arenas y fue, ni más ni menos que una explosión de emociones. Un sentimiento común nos unió ese mediodía y no era necesario cruzar palabras, pues en la conjunción podíamos comprender que estábamos ahí por algo que nos quedó en la memoria, por una anécdota, más de un recuerdo o incontables jornadas de hacer fuerza juntos, que de eso sabemos en este lado de la vida, un reducto de sueños colectivos que cada día vamos nombrando menos. 

A Pedro lo conocí a fines de los 90’ en una noche de bohemia, en casa del Mix, traía un aire de no sé dónde con ese chaleco de lana gruesa, pero lo que más me conmovió de él, sin duda, fue su forma de mirar como analizando a sus interlocutores, aunque sería el año 2000, cuando en verdad le conocí a fondo, en el marco de la preparación del acto de lanzamiento de mi primer libro de poemas titulado De bestias, viajes y mariposas. 

Mi intención era romper con la tradición de presentaciones de libros que hasta ese momento se realizaban, incorporando otras expresiones artísticas además de la poética, pues así concibo mi creación. Como resultado, terminamos montando una verdadera obra multidisciplinaria, con música, danza, teatro y poesía. De esos días, recuerdo con asombro cómo logramos dar vida a una prosa poética titulada: Reptil, que fue representada por el actor y dramaturgo Mauricio Guichapany, cuyo cuerpo había sido pintado por mi hermano, el artista plástico Guerramut, mientras el texto era reproducido en alto volumen entre las paredes del extinto Salón Pacífico. Pedro Guichapany me ayudó a grabar ese contenido en formato de susurro y fue un viaje creativo, de principio a fin.

Cinco años después de esa presentación, al alero de la organización Akzión Kultural, Pedro lideró la realización de un magno festival en memoria de Víctor Jara que tuvo lugar en el antiguo Gimnasio de la Confederación, que se ubicaba donde actualmente funciona el hotel casino de la ciudad. Fue un mega evento, maratónico en cierto modo, que contó con la presencia de Joan Jara y decenas de agrupaciones artísticas. Como él estaba ocupado cien por ciento en la organización, me preguntó si podría acompañar a Joan a la hora del almuerzo, a lo que accedí sin dudar. También participó de esa reunión, el cineasta Jorge Grez. 

Entiendo este episodio como un regalo que nos hizo Pedro y para mí fue inolvidable, pues palpé en lo más hondo cómo esta mujer dedicó la vida que le quedaba por delante para contarle al mundo la historia de su compañero Víctor. Si bien, en la mesa del restaurant quedaba una silla vacía, en todo momento tuve la sensación de que él la estaba ocupando. Para sellar la jornada, intercambiamos libros. Ese gesto retrató enteramente a Joan ante mis ojos. Hoy he hojeado nuevamente su libro: Un canto truncado. En días difíciles recurro a él para encontrar respuestas a la falta de amor en este mundo, entonces vuelvo a creer. 

La historia me llevó a desempeñar el rol de “obrera de las artes”, como diría Daniel Ruiz, el padre putativo de Pedro. Con este último muchas veces compartimos ese rol, tanto en labores remuneradas como en otras, que muchas veces empujamos con el único combustible que dan las convicciones y el compromiso con los ideales de un mundo más amable y solidario. La voz del programa El último tren a casa, cuyo sello inconfundible continuará sonando en la ciudad más linda del mundo fue la misma que dio vida a una infinidad de guiones que escribí durante 18 años de trabajo en la educación pública municipal de Punta Arenas. Éramos un buen equipo y con los años, ni siquiera necesitábamos ensayos. Agradezco ese tiempo análogo y lleno de mística, porque en él aprendí la importancia de sopesar que nuestras acciones tienen un impacto en otras vidas, sobre todo si se trata de niñeces. 

De Pedro agradeceré siempre la generosidad, la experiencia de compartir radio dando espacio a la imaginación y nuevas formas de trabajar lo sonoro, con una perspectiva que buscaba ponerse en el lugar de las audiencias, en eso fue un maestro. Imposible olvidar en este recuento las copias de sus exquisitas selecciones musicales, cuya naturaleza ecléctica abría un mar de posibilidades para transitar por ritmos y tonalidades virtuosas. Pero si solo pudiera quedarme con una cosa en todo ese viaje, elegiría su conmovedora ternura, pues era capaz de templar la efervescencia natural de su espíritu revolucionario. 

(Nota: recomiendo escuchar el disco Influencia, de Charly García después de leer esta columna, literalmente fue una influencia de Pedro Guichapany para mi).

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Relacionadora pública, escritora, defensora ambiental y directora de Tualdea.cl

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Francisco Díaz

Me encantó esta bella nota Marlene. Gracias y felicitaciones.

Héctor

Excelente nota para mi gran y querido amigo, compañero curso del IDB, que en paz descanse

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