Retrato de João Paulo Barbosa realizado por Christophe Ngo Van Duc.
João Paulo Barbosa es montañista e historiador, especializado en historia antártica. Actualmente, es investigador del Laboratorio Ábaco de la Facultad de Educación de la Universidad de Brasilia y curador de la exposición Antártica del Museo Virtual de Ciencia y Tecnología de la misma institución. Ha oficiado como conferencista en diversos cursos escolares, universitarios y festivales sobre temas antárticos.
Colabora regularmente con viajeros independientes e investigadores en diversas áreas del conocimiento antártico. Posee una biblioteca con 200 volúmenes sobre el tema. Su trabajo ha sido publicado en Francia (Glénat) y en Alemania (Buckmann). Ha sido galardonado por la National Geographic Society, Smithsonian (EE.UU.), Banff Centre (Canadá), CICI (Corea del Sur), Patagon Journal (Chile) y Desnivel (España).
La pasión por la fotografía aparece ante sí en la infancia, cuando su papá le regaló una cámara fotográfica y es en su primera juventud que comenzó a viajar hacia la Patagonia, con una cámara muy sencilla que definitivamente selló su vínculo con las imágenes. Cuando ingresó a la universidad, empezó a realizar artículos para periódicos, revistas de viajes y naturaleza y pudo invertir en una cámara de mejor calidad y dispuso de más tiempo para estudiar con maestros y otros fotógrafos. Actualmente tiene 21 años como fotógrafo profesional. Ha realizado alrededor de 80 exposiciones en 15 países, ha publicado libros y más de 100 artículos.
En sus palabras: “La fotografía me abrió puertas en el mundo” y gracias a ella ha conocido lugares y personas. Es una parte fundamental de su existencia, tanto así que señala: “Creo que voy a seguir fotografiando hasta el último día de mi vida”.
Tu aldea conversó con João de su voluminoso bagaje y del momento presente que involucra a la humanidad, a continuación compartimos ese diálogo.
¿Qué te ha motivado a viajar por tantos lugares y volver tantas veces a Chile?
Desde niño he viajado mucho. Cuando tenía 10 años viví en Francia, con mis padres y en ese momento mi papá me regaló una cámara de fotografía. Entonces viajé por algunos países de Europa, ya haciendo fotografías y a los 17 años empecé a viajar solo o con amigos por Sudamérica y algunos países. Lo que me motivó más fueron las ganas de ver el mundo, de ver otras culturas, de aprender con los paisajes distintos de mi hogar. Yo siempre me interesé en buscar y encontrar el opuesto a mí, el distinto. Las culturas y la naturaleza fueron las grandes motivadoras pero yo traje dentro de mi alma algo gitano, algo de nómade. Entonces no puedo quedarme sin movimiento. Tengo que ver, eso me nutre el alma, el espíritu. Siempre viajé, siempre estoy viajando por el mundo y cuando estoy en mi casa viajo en la imaginación, viajo en las palabras de los libros, viajo en mi memoria. La motivación viene de algo ancestral de mi espíritu gitano.
Yo he viajado más de 30 veces a Chile, conozco todas sus regiones, Rapa Nui y muchas bases chilenas en la Antártica, entonces siempre me conecté con Chile. Tengo buenos amigos. Me encanta la naturaleza, la diversidad de geografía, la tranquilidad del país. Si se compara con Brasil que es agitado, Chile es un país tranquilo, la gente vive más tranquila, eso me encanta mucho, es el país que mejor conozco y me encantaría mucho un día poder vivir en él.
¿Cuál ha sido el aprendizaje más significativo de tu vida con tanto movimiento?
Fueron muchos los aprendizajes por el camino. Los aprendizajes que gané en la vida por cuenta de mi movimiento. Encuentro que andar despacio, hacer las cosas con lentitud, respetar al otro, las culturas, el paisaje, la naturaleza. El aprendizaje de humildad, de saber que somos todos exactamente iguales. Todos tenemos un corazón y sueños. Entonces el aprendizaje fue totalmente direccionado al lado humano, al lado de colectividad.
A propósito de las últimas noticias sobre emergencia climática, me gustaría conocer tu opinión, sobre todo considerando que conoces el planeta mucho más que otras personas.
Es visible, lógicamente, viajando por muchos lugares desde el Himalaya hasta la Antártica que la naturaleza está cambiando. Hoy día sabemos que el Antropoceno empezó en verdad, desde la Revolución Industrial, entonces sabemos que la presencia humana industrial y tecnológica afecta directamente al planeta. Por ejemplo yo frecuento el lado oeste de la Península Antártica, que es uno de los lugares más visibles para el calentamiento global. Ahí es perceptible el cambio del paisaje, obviamente hay menos hielo. Yo también hice expediciones a la Amazonia y en 25 años de viajes a ese lugar, hay muchas menos florestas. Viajando por Brasil, no necesito viajar por el mundo, se ve que los cursos de agua de los ríos están más bajos, hay más erosión.
Yo pasé 7 meses en Indonesia, entonces se ve el plástico en el agua, el descuido, la basura. El conjunto de mala actividad, mala presencia del hombre en el planeta se ve perfectamente, o sea, aún más con la tecnología para captar informaciones, hacer los registros. Entonces tenemos pruebas suficientes para lamentarnos de nuestros malos pasos por el planeta. Por eso hay que dar un paso atrás, consumir menos, boicotear más, tener más conciencia pero, mirando como un historiador que soy, yo veo los ciclos históricos como perfectamente naturales. O sea, como dicen los hindúes “samsara” o en India también se habla de “kaliyuga”, una edad en que tenemos mucha tecnología a nuestra disposición pero no aprendimos o no sabemos cómo cuidar de la naturaleza. El hombre está totalmente distante de la naturaleza y es lamentable, pero ¿qué podemos hacer? Esa es la pregunta. Se hacen muchas cosas, pero hay que hacer una revolución realmente colectiva a nivel global.
En un momento tan difícil como el que está viviendo el planeta, el poder dibujar, imaginar o soñar posibles soluciones que traigan esperanza es súper necesario. Abrir un espacio para la esperanza y no quedarnos viendo que todo se derrumba sin hacer nada. A tu juicio ¿Qué aspectos debería considerar esa revolución colectiva que mencionas?
Sobre las posibilidades de una revolución colectiva, la utopía…imagina, nosotros estamos pasando por una pandemia, entonces por qué no imaginar tener esperanza como tú dices, de que pronto haya una pandemia con el virus del amor, el virus de la espiritualidad, de la conciencia ambiental, porque yo encuentro que es importante que hagamos individualmente el cambio personal y a nuestro alrededor, que nos podamos juntar para hacer un trabajo colectivo. Por ejemplo tú y yo estamos hablando de países distintos pero nos estamos comunicando con la intención de cambio, de revolución, pero en verdad yo encuentro que el mundo merece una revolución espiritual, que algo ocurra que cambie a toda la gente, porque matemáticamente, el trabajo de hormiga va a llegar en un millón de años. Entonces me gustaría y tengo esperanza de que surja un virus positivo que cambie la mentalidad de la gente que aún no está alineada con la naturaleza. Ese es el punto, porque cada uno puede pensar lo que quiera, pero lo más importante, además de respetar las otras opiniones es pensar positivamente.
Otra cosa, podemos pensar también a la Antártica como un espejo de la humanidad, como el vector del Antropoceno, o sea el escenario más importante para la coexistencia de los pueblos. En la Antártica convergen 54 países actualmente y es un proyecto en común de la humanidad y no debe ser tratado como mercaduría, no debe ser explotado de ninguna manera. Entonces yo veo la Antártica como una posibilidad real de que el mundo, los políticos, los científicos, los turistas, los militares, cambien su mentalidad por medio de la Utopía Antártica. Porque como nadie es dueño de la Antártica tenemos que aprovechar esa oportunidad y pensarla colectivamente y no para nosotros, sino para ella.
Yo estoy totalmente en contra de la urbanización del territorio antártico y creo que no necesita crear más estaciones, bases o refugios, ya hay demasiado. La Antártica no le pertenece a nadie, ni a Chile, ni a Argentina, ni a Brasil, ni a Inglaterra. Entonces es una oportunidad real de hacer una revolución, o sea vivir la historia colectivamente, globalmente. Claro, podemos hablar del colectivo, buscar ejemplos en el mundo que funcionen. O sea, las cosas que funcionan en Estonia, Nueva Zelandia, Suiza, Costa Rica, Mongolia, Bali, las cosas que funcionan colectivamente y comunicarlas, dar a conocer los buenos ejemplos. Hay que buscarlos. Comunicar buenos ejemplos es hacer una revolución y claro, el pueblo se dio cuenta que tiene el poder, el poder de decir no, el poder de hacer un boicot, de no comprar a determinadas corporaciones.
Estamos en guerra, esa es la verdad. Nosotros siempre estamos intentando vivir en paz, tranquilamente, escuchar al Dalai Dama, oír una música tranquila, caminar por el bosque pero en verdad estamos en guerra y nosotros somos actores, somos guerreros. Deseamos mantener la naturaleza prístina, la naturaleza que aún existe y sabemos que no vale pena poner más gente en el mundo, hasta que el hombre pare, apriete el botón de stop de las cosas malas que está haciendo.
Como decía antes, desde la Revolución Industrial principalmente, la naturaleza ha sido explotada a una velocidad que da susto. Entonces la revolución es de conciencia, pero ¿cómo hacer una revolución de conciencia o espiritual con ocho billones de personas y 240 países? Hay que encontrar una idea, un plan, un proyecto que encante a todas las personas, independientemente de sus religiones o geografías. Tenemos que descubrir algo que haga que todas las personas del mundo estén con las manos juntas, que se den las manos.
Relacionadora pública, escritora, defensora ambiental y directora de Tualdea.cl