Hace unos cinco meses, (que me parecen una eternidad en estos tiempos pandémicos) que vengo ilusionada con que la gente, (la nuestra, el pueblo), por fin exhalé el espíritu contenido de la revolución de octubre. Ese espíritu que nos regaló incertidumbre y sin embargo convicción. Que nos ubicó la fe de vuelta en el alma cuando nuestros puños defendían al viento y a ciegas, el salto de las y los jóvenes evadiendo el torniquete y que pusieron valientemente todo en su sitio cuando mi generación, (niñas y niños de la dictadura cívico militar), pululaba en estado crepuscular sobreviviendo el día a día y sin notarlo, endeudada hasta el tuétano, marcando el paso en el mismo sitio, pelándose el lomo para hacer ricos a otros.
Uno, dos, tres…quinientos setenta y dos días…dos primaveras y dos otoños de calle, de apoyo a otres en tiempos de fraternar con ética y cariño, de recolectar alimentos porque quienes debían cuidarnos, nos roban, nos sacan los ojos y nos encarcelan. Ochenta semanas en vilo y azotados por este virus que permite el control social de un gobierno que ya está sepultado.
Y estamos a cinco de nuevo, no cinco meses, si no a cinco días de decidir qué región será la que co-construiremos. Porque la tarea ahora es nuestra, de aquellas personas que marchamos todos los días incansablemente para exigir dignidad para el pueblo. Y no crea que solo con su lápiz marcará el derrotero de la comuna o de la región. Este momento ha sido sudado en la calle y tiene olor a neumático ardiendo en las poblas porque la represión ha sido brutal…huele a lacrimógena injusta, al fondo hirviente de los porotos con rienda cocinados en la solidaridad de la olla común y huele a sangre de carne abierta por perdigones. Este momento tiene alma, tiene alma de cabildo, de conversa y reflexión…de llanto y contención. Ha sido dibujado por niñeces y personas mayores con la ilusión del buen vivir. Pensar en que podemos construir un futuro digno para nuestras infancias, que podremos gozar del agua, de tener un techo digno y que la barriga ya no cruja de hambre. Que podremos asegurar ejercer derechos sin mendigar por ellos.
Tenemos una obligación como pueblo, y no es solo la de ir a votar para no quedar en la modorra que nos ofrece este huésped desagradable y cruel llamado pandemia. Nuestra obligación es salir al frente y tomarnos los espacios como nos tomamos las calles hace quinientos setenta y dos días.
Hace cinco meses que vengo ilusionada, porque creo que el futuro es hoy y he puesto lo mejor que tengo en este tiempo para ofrecer mis capacidades, (pocas, muchas, distintas, psico mágicas) y también mi corazón para la gente. Algo que venimos haciendo hace años de manera quieta e invisible y hoy acá estamos convencidas que solo empoderadas, tomándonos los espacios y haciendo notoria nuestra convicción, podremos acompañar a otras y traerlas con nosotras.
A pesar de las críticas y descalificaciones, del trato peyorativo de quienes no entienden de lo colectivo, porque esas descalificaciones igual nos validan como mujeres porque hacemos ruido, porque rompemos los esquemas, lo tensionamos todo con nuestros pañuelos en el cuello y la cacerola vibrando en nuestras manos para exigir. Y si, vamos por aquello que nos fue negado.
Afrontamos como concejalas, como constituyentAs, (así, con a), para disputar con arrojo los cargos de elección popular, trayendo como equipaje nuestros feminismos, nuestro cariño, nuestra consecuencia, nuestro sentipensar.
No estamos soñando, ni estamos dementes. Estamos haciendo carne el alma de la revolución y venimos aquí a quedarnos y ofrecer la dignidad que merecemos todas y todos los ciudadanos y ciudadanas del territorio.
Le invito a asir la mano de aquellas candidatas que queremos ofrecer lo mejor del aprendizaje de nuestras ancestras, para caminar este destino, armarlo, reordenarlo y pintarlo.
Para elegir mujeres, para cambiar el estado de las cosas, solo quedan cinco días.
Y de la mano de una grande, Anita González de Recabarren, quien siempre me acompaña desde otras dimensiones y desde las hendiduras ventriculares de mi pecho, cerraré este intento barbotante y mal hilado con sus palabras:
“Cierro el baúl de mis recuerdos. Porfiadamente seguiré viviendo, soñando, esperando el día inexorable del despertar del pueblo, el día en que todos unidos hagamos florecer la Primavera de la Patria. Sólo entonces marcharemos por las anchas alamedas, pletóricos de vida, unidos, alegres, bailando, cantando… ¡Y sentiremos que, porfiadamente, se hizo justicia!”.
Fotografía: Jorge Brantmayer
Rossana Grubsić Koren
- Docente.
- Activista por los derechos de la infancia diversa.
- Activista en DDHH y Memoria.
Imperfekt jiuman bin, amateur en ensayo y error, desaprendienta y feminista en búsqueda permanente, subvirtiente catastrófica. También coordinadora ejecutiva de Fundación Selenna Magallanes e integrante de Taller/Colectiva Cueca Sola-> FB: https://www.facebook.com/cuecasolapuntaarenas