El día que la matrona me desarmó

Hace unas semanas atrás veía en una red social a Lorenza Quezada Mendoza, una preciosa e inteligente actriz que levantaba una acción por la falta de acceso a sus necesidades de atención sanitaria en su centro de salud comunal y que debiendo solicitar una interconsulta al Hospital Van Buren en Valparaíso, tampoco la podían atender por pertenecer a otra comuna. Esto no tendría nada de novedoso tratándose de salud pública en Chile ¿verdad?  

Y me ha dado vueltas con el demonio de Tasmania en la cabeza, sobre lo mucho que las personas estamos acostumbradas a las listas de espera, a encomendarnos a San Guchito para lograr acceder a un examen preventivo antes de que se nos gatille alguna morbilidad, o a esperar que nos llamen del consultorio o del especialista cuando atienda a cien personas antes que nosotros para llegar a agendar nuestro nombre para una atención que seguramente ya será extemporánea. No por nada es una de las demandas más sentidas de la Primavera de Chile en 2019.

Sin embargo, en este caso sigue crujiendo permanentemente en mi mente, la necesidad urgente de destrabar y despatriarcalizar el sistema de salud, pues nos oprime y precariza igualmente y lo hace mucho más con la comunidad LGTBIQ+. 

Recuerdo haber ido a un control con la matrona de mi CESFAM antes de la pandemia, para uno de esos chequeos preventivos y toma de PAP. Estábamos en la salita casi terminando, cuando sentencia: “Ya chiquilla estás lista”. Lo dijo después de una anamnesis con la charla sobre lo que habitualmente se habla con la matrona: “Estás perfecta, solo te falta un pololo”, agregó.      

Podrán imaginar hasta donde llegó mi mandíbula inferior con la expresión que puse, pues eso, que puede sonar gracioso para algunas y algunos, me cayó como piano del segundo piso. Ahí estaba yo con mi humanidad desplegada y otra persona decidía algo tan personal como que para validar y completar mi rol social del género tenía que calificar con una pareja y no solo una pareja, también asumiendo que sus pacientes debían ser heterosexuales. 

Pensé que en el caso de las chiquillas por cuya capacidad de amar, prefieren a otras mujeres y tienen una vida sexo-afectiva que las complace y las enriquece, que deben de pasar muchas veces por estos juicios de profesionales que presumen la heterosexualidad de sus pacientes. 

A esto le denominamos Ley de la gravitación heterosexual, donde la cultura heterosexual supone un modelo normado, equiparable a la cultura de la masculinidad donde los niños entienden que ser maricón es malo, antes incluso de saber que significa y a su vez las niñas son educadas entendiendo que si no acatan las ordenes de la heterosexualidad, padecerán agresiones como las que sufren cuando no obedecen los imperativos del género asociados a su rol. 

El privilegio heterosexual existe y atraviesa todas las prestaciones o servicios que ofrece la salud pública y privada en este largo y complejo país.   He estado reflexionando mucho sobre este tema pues no existen en Chile normativas y uniformidad en políticas públicas respecto de la salud sexual y reproductiva inclusiva, a lo menos hasta ahora.  

En nuestra región es una necesidad urgente para paliar las necesidades de la comunidad trans principalmente, pues es la que requiere de apoyo multidisciplinario para su atención integral.    Nuestras experiencias en esta área como conocedoras de muchos casos de niñeces y juventudes con necesidades especiales de atención para lograr llegar a tiempo, nos entristecen profundamente. Hay que estar siempre pidiendo favores a la maravillosa trabajadora social (que no nombraré pero que leerá esto y sabrá en su corazón lo grande que es) para conseguir atención oportuna y digna para nuestra chiquillada y para personas adultas también. La pandemia se ha tomado la agenda y localmente no se ha logrado establecer una mesa de trabajo sectorial que nos incluya como organización de base en estas materias, cosa ya comprometida hace 14 meses.

¿Qué hacer?, ¿esperamos?  ¡Por supuesto que no!  Nuestras infancias y juventudes diversas no pueden esperar a que pase la pandemia. Lorenza Quezada Mendoza sin saberlo, nos alcanzó y nos inspiró a formar parte del macro (si, del macro) y nos instalamos como parte de la organización del trabajo nacional  con el Colegio de Matronas y  otras, otros y otres implicades profesionales, organizaciones de base, colectivas y también otras bellas personas autoconvocadas para lucharle al Goliat que supone un sistema que solo pone cortapisas a la salud no heterosexual y que debe también derribarse para lograr en justicia que los derechos sexuales y reproductivos sean inclusivos, integrados y no binarios.  

Estas tareas que estamos llevando adelante solo con la voluntad y el gigantesco corazón y compromiso de cada une de nosotres, en esta aventura casi marciana donde el platillo volador lleva una tripulación que cambiará el rumbo del sistema de salud chileno, no podrá ser posible si la nueva constitución omite el reconocimiento de todas las identidades y no releva su construcción con enfoque de derechos, de género y diversidad.  Necesitamos mujeres en la constitución que aborden estas temáticas y yo espero que el mandato de aquellas que nos representen desde aquí, donde comienza Chile sea claro y recoja estas necesidades que por mucho hablarlas en las cabildas ciudadanas levantadas y en las que participamos luego de la revuelta de octubre, a nadie parecieron importarle. A hacer historia compañeras constituyentes, a hacer historia con todas, todos y todes.La salud como derecho debe estar garantizado para la comunidad LGTBIQ+ en la nueva casa de Chile.