Domingo 10 de enero, camino feliz al reencuentro de mi antiguo barrio. Antes de llegar a la Junta de Vecinos en Playa Norte un aroma a comida casera perfuma el ambiente y me trae las memorias de mi madre y mi abuela. Es la Olla Común Feminista que cumple 10 jornadas ininterrumpidas en el sector, como un corazón que late y cobija.
Dentro del recinto es posible encontrar a muchas personas, mujeres de distintas edades y niñes, un espacio estratégicamente ocupado para varias iniciativas que coexisten de manera sincronizada. Al ingreso, veo un puesto de libros y un gran ropero con todo tipo de prendas y calzado. Al ingresar a la sede, me dirijo a la cocina donde me espera un grupo de mujeres alegres y comprometidas.
Belén Ampuero, una de las cocineras me explica que esta idea surge desde la Coordinadora Feminista de Punta Arenas, como una respuesta ante la necesidad de muchas compañeras que la estaban pasando “pésimo” en tiempos de pandemia y post estallido social. “Somos las mujeres y las disidencias quienes tenemos que pagar los platos rotos de esta crisis sanitaria y social”, puntualiza.
A su lado, Daniela Cárcamo, explica que desde que se integró a la olla se ha ocupado de trabajar en la distribución de comida y hacer de todo en la cocina, lo que incluye lavado y preparación de los alimentos. Otra de sus funciones es hacerse cargo de parte del almacén y el ropero solidario.
Esta acción beneficia a todo tipo de público, aunque el trabajo se ha focalizado especialmente en proporcionar una ayuda directa a las familias del Campamento Lautaro, ubicado en la prolongación de Hornillas y la toma contigua. En tanto que las y los vecinos de Playa de Norte, pueden concurrir cada domingo, en busca de comida preparada o vestuario. Para ello, se ha implementado un sistema amigable con el ambiente, ya que la organización dispone de envases reutilizables para la entrega. En otro sector de las instalaciones se ubica una mesa con alimentos no perecibles de primera necesidad, junto a un cartel que dice: “Lleva lo que necesites”.
Hace poco, se sumó a esta actividad la Bibliolibre, que es una biblioteca comunitaria destinada a facilitar textos, por un período acordado con les usuaries. Dicho servicio es gratuito y la lista de títulos va en aumento, como producto de colaboraciones de distintas personas.
Belén y Daniela, me cuentan que la recepción de la comunidad ha ido creciendo, pues en principio se mostraba un tanto recelosa, pero tras diez versiones de “La ollita”, como dicen, se ha consagrado como un hito muy valorado. Asimismo, explican que el método utilizado se basa en una red de colaboraciones, porque la gente no solamente puede ir a buscar, sino que también puede entregar artículos comestibles o ropa para quienes lo necesiten.
A esta corriente se han acoplado algunos almacenes y negocios de Punta Arenas, como también voluntarios y voluntarias, que donan dinero o insumos. La articulación de dichos esfuerzos, permite distribuir 150 almuerzos en el grupo focalizado y alrededor de otros 100 que se entregan directamente en la junta vecinal.
“Todas las mujeres que llegamos a trabajar le ponemos corazón. Hay de todo tipo de mujeres, cada una desde su espacio activando, comprometidas, somos muchas manos las que trabajamos acá y no solamente se trabaja el día domingo, que es cuando se preparan los alimentos, sino que es un trabajo que toma la semana (…) mucha energía femenina, muy poderosa, la respuesta feminista ante el hambre”, dice Belén.
La prueba de todo ese poder salta a la vista en esta olla común, que hace volver a creer en el sentido comunitario y el trabajo territorial, ahí donde el pan de cada día sabe más dulce cuando es compartido.
Más información de la Coordinadora Feminista de Punta Arenas:
Relacionadora pública, escritora, defensora ambiental y directora de Tualdea.cl
Necesito ayuda, urgente, un juez y el director del colegio de abogados me cagaron la vida