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El limón del pequeño jardín

En un “recuerdo” de una publicación de Facebook, miro como hace un año atrás me dedique a podar un limón precioso que tengo en casa. Con esmero corté como pude aquellas ramas que peligrosamente se atrevían a jugar a enredarse con los cables de la luz y que me hacían recordar mis deberes de pater familias de mi poblacional hogar. La familia completa participó: la hermosa mamá haciendo bolsitas de bellos limones para que los hijos fueran por el pasaje repartiendo un regalo a cada casa vecina. Un buen recuerdo desde una inteligencia artificial que es capaz de re-encordar aquel momento bellamente compartido. La magia de la IA al “desinteresado servicio” del hombre.

Hoy, y gracias a otra plataforma, la audaz Tik Tok, mi hijo mayor (12 años, espectro autista y adolescente, compleja combinación), se está interesando por el mundo que le rodea. Aparte de las prioridades de su edad, como ganar la partida en su juego online favorito, o comer cantidades exageradas de kétchup, se ha empezado a cuestionar cosas que no pensábamos los de nuestra generación cuando teníamos esa edad: el devenir social y político de nuestro país.

“Me está gustando la historia papá. Es apasionante la Segunda Guerra Mundial. Pero ¿Qué es mejor; comunismo o capitalismo?” Repaso mi experiencia voyerista por dicha aplicación. La contienda o propaganda política mudó de nicho. Ya no son los pasquines (de renombre y otros no tanto), los que reparten sus ideas: ahora son las redes sociales llenas de honestas propuestas y deshonestas jugarretas para convencer a otros de unirse “a nuestro lado”. Estoy en eso, cuando me golpea diciendo: “Pero entonces, papá; ¿Quiénes son los buenos y quiénes son los malos?” – me detengo un poco para entregar una respuesta plausible para su lógica colegial. ¿Cómo le explico lo complejo de nuestra historia para llegar a este momento?

Me sorprende, desde mi sentido de pertenencia a la generación del “no estoy ni ahí” de los 90’s, este estallido apasionado en RRSS por explotar la dicotomía geopolítica de izquierda y derecha de los años 60’s. Me preocupa más cuando pienso que nuestros líderes del futuro puedan dirigir nuestras vidas en 20 años más, pero con pensamientos de hace casi 100 años atrás. Cada vez más me convenzo que los niños, niñas y niñes no son el futuro, ellos son el hoy; se forman a partir de los juicios que vivimos los adultos. Y no la pasan muy bien.

Hace rato que el mundo ya no es lo que pensamos que era. En un mundo Volátil, Incierto, Complejo y Ambiguo (V.I.C.A.), la única certeza es que no hay certezas. La mirada entonces debe ser dirigida al cómo vivimos y habitamos la incertidumbre; tenemos el señorío de elegir si vivimos con angustia o esperanza.

Entonces vuelvo al Juanjo y su filosofar de generación Z, esa generación “multitasking”, que puede interactuar con varias pantallas pero que no está tan cómoda fuera de ellas.

Reducir al maniqueísmo político la oportunidad de ser es peligroso. Conozco personas maravillosas en todas las clases sociales. También conozco personas perversas en todas partes. Nada influye en ello: ni la religión, ni la educación, ni la cuestionable libertad económica son capaces de cambiar un corazón dispuesto a amar o despreciar. El falso dilema en que mi hijo y tal vez el de muchos es pensar en el otro como una amenaza y no una oportunidad.

Tampoco soy “buenista”. Hay que comprender este paradigma tiene un origen en el neoliberalismo impuesto a sangre y fuego en Chile con un legajo de muertos que aun penan por algo parecido a una justicia sin apellidos como lo fue “en la medida de lo posible”. Pero Paulo Freire siempre está ahí para recordarme dos cosas: el opresor no tiene otra opción que transformarse en eso mismo. Es por tanto un opresor oprimido. En cuanto a la educación, si esta no ha sido creada para la libertad, el sueño del oprimido será transformarse en su opresor.

Entonces, ¿Da lo mismo quien nos gobierne? No, para nada. Es ahí donde me aparece mi rol parental y de profesor: cualquier ideología que no deje que el otro aparezca, que disfraza su odio y lo llama “fobia”, y que reemplace la construcción colectiva por el individualismo de liderazgo mesiánico es peligroso.

Le recuerdo entonces a mi Juanjo que tiene un hermano que será, triste e inevitablemente, discriminado porque su autismo es más profundo. Le recuerdo las manos curtidas por el cloro de su abuela, el alcoholismo en un pariente que debió ser lejano pero que estuvo demasiado presente en la vida de sus padres; le recuerdo el duro tránsito del sistema de salud que no cuida a las personas neurodiversas y que hace que los derechos más esenciales estén a la venta.

Y no. Él me hace recordar que no es una lucha de buenos y malos; que “no todos son”, pero que muchos si lo han sido. Entonces el sermón va para el otro lado: es su mirada la que le enseña a la cansada vista de lentes correctivos que llevo hace tantos años ya: debemos aprender a respetarnos.

La competencia nuevamente saca lo peor de nosotros. Los pactos luchan entre sí para demostrar que son los mejores. La exultación de un líder que tiene el poder de sacarnos del hoyo se parece mucho a quien dijo que estuvimos “cerca del abismo, pero que dimos un paso adelante”.

Vivimos en mundos interpretativos, y nos va a costar ponernos de acuerdo. Hay quienes incluso han ostentado ser los máximos referentes de la educación en nuestro país que demuestran su hartazgo de compartir con otros de manera horizontal y no jerarquizada. Es entonces que la única respuesta que puedo darle a mi hijo tiene que ver con hacerse cargo de lo que somos.

Somos la clase trabajadora. La que lucha con la precariedad y que un accidente nos enviaría al fondo. Somos los hijos de las abuelas de la población, que eran rescatadas del lecho del rio en invierno o que se tomaron un peladero para construir un hogar.

Somos los que no creemos que la libertad debe sacrificar la justicia. Somos los que nos cuesta todo, incluso lo que nos corresponde. Somos los que necesitamos del otro y que reconocemos que también somos oportunidades. Somos los que no podemos mirar para el lado cuando el otro sufre, porque tememos que algún día podamos ser nosotros mismos los de las pellejerías.

Somos los que nos regocijamos por el éxito ajeno, porque entendemos que la libertad no termina donde empieza la del otro, sino que lo incluye. Somos los que no miramos banderas ni menos himnos, sino que entendemos que la patria es el otro. Somos los desconfiados del patriotismo del partido de fútbol pero que se ausenta en la mina o en el mar. Somos quiltros, nunca jaguares, sin embargo, con el grito de dignidad en la garganta como lágrima del canto del piruja gorrión.

Entonces, con la enseñanza de su abuelo, hago las cosas pensando si podré mirar a los ojos de mis hijos después de mis actos, pienso en votar y participar con la esperanza de hacer de este país una verdadera copia feliz del edén para todos, todas y todes. No sea que la muerte me llegue sin haber dejado “asegurado” al más autista de mis hijos, y la vida corte las ramas donde este pajarito se pueda posar y hacer su nido.

El limón este año está nuevamente verde y frondoso. Con la poda no dio ningún limón, pero sigo regándolo y cuidándolo con la esperanza de que un día brote ese fruto que amenice una comida familiar que me haga sentir que el camino que tomamos dio sus frutos. Y que nadie en esta tierra sienta que no calza, porque lo convencimos que no había espacio para todos, todas y todes, en este pequeño jardín junto al mar.

Foto de Anderson Guerra

https://www.pexels.com/es-es/foto/foto-en-primer-plano-de-fruta-verde-redonda-1171521/

Juan José Lecaros C.
Fundador y Presidente de Fundación Ítaca para la Inclusión y la Familia | + posts
  • Profesor de Inglés UMCE
  • Magíster en Enseñanza del Inglés como Idioma Extranjero (TEFL)
  • Magíster en Educación con Mención en Liderazgo Transformacional y Gestión Escolar
  • Diplomado en Estrategias de Inclusión Psicoeducativas para niños con Síndrome Autista y Síndrome de Asperger

Es padre de Juan José (11) y Santiago (7). Profesor de inglés por más de 20 años en todo tipo de contextos. Actualmente profesor universitario y supervisor de prácticas pedagogía en inglés.

Desde su experiencia con el diagnóstico de su hijo menor hace 5 años, decide con su esposa crear un lugar para apoyar a las familias y sus procesos dentro del mundo del Espectro Autista. También ha realizado capacitaciones a profesores en materia de inclusión.

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