Darle tiempo a cada momento, ese es el secreto. Un momento a la vez; parece obvio, pero no lo es. En la experiencia diaria, vamos siempre con la mente, al menos un paso más allá del presente y, a veces, no sólo un paso, sino muchos pasos más allá y en todas las direcciones. Si nos centráramos en el momento en que nuestro cuerpo está sintiendo la vida y nada fuera más importante que la rebanada de pan que estamos cortando, que el calcetín que ayudamos a ajustarse en nuestro pie, que el peine positivo y animoso que cree que nos amoldará cuanto pelo insurrecto quiera rebelarse, la vida sería más plena y armoniosa. Los ejemplos son infinitos; pero el tema aquí es que generalmente estamos en tres lugares al mismo tiempo, yendo de viaje al pasado, como si de un lugar al cual se pudiera ir de excursión se tratara. Esto puede ser una escala agradable, sí; puede ser, pero también puede ser un regreso al dolor, al infortunio, reviviendo cada tormento, auto sometiéndonos a una tortura innecesaria y todo este paseo mental, mientras debemos vigilar la leche que hierve, el pan que tostamos o esperar el cambio de luz en el semáforo, etc. Luego… sin más, damos un gran salto al futuro y pensamos; ¿cómo será nuestro próximo verano? ¿Será buena nuestra vejez? Y los que hoy dicen amarnos, como dice una famosa canción, ¿nos amarán mañana?
Y así estamos absortos en el pasado, sufriéndolo o añorándolo, mientras estamos con nuestro cuerpo, en el presente, dejando que la ducha corra más de lo necesario, sorprendiéndonos al ver que se ha quemado la comida o ignorando algún gesto lindo que han tenido hacia nosotros, porque además estamos, paralelamente, especulando sobre el futuro, que cuando llegue también será presente. Deberíamos tener conciencia de que estamos hechizados, nos guste o no, y este hechizo consiste en que vivimos en un eterno presente y todo es sólo cambio; cambio, cambio. Si pudiéramos hacer cosas mágicas, sería maravilloso guardar besos amados en un frasco, pegar sonrisas cariñosas en una libreta, rellenar nuestra almohada con lindos pensamientos y apoyar la cabeza en ella cada noche para descansar acurrucados por bellos sueños, pero no se puede; lamentablemente, es imposible, al menos en lo concreto, porque con la imaginación sí que podemos. La imaginación puede ser una gran aliada para evitar el dolor, o bien para llevar a nuestro cuerpo de visita a un lugar mejor, por un momento, y lograr calmar la ansiedad provocada por querer estar en tres sitios simultáneamente, en el pasado, en el presente y en el futuro…Trilogía de tiempo que, definitivamente, se ha dado y se dará siempre en el único espacio en el que puede existir, en “el aquí y el ahora”, lugar en el cual efectivamente sí contamos con el poder para hacer los cambios necesarios que requiera, para su bienestar, nuestro ser.
Fotografía: Ron Lach
María Alejandra Vidal Bracho
Pintora naif y escritora chilena nacida en la ciudad de Punta Arenas, Magallanes. Su trabajo literario se desarrolla a través de poemas, cuentos y reflexiones, relacionados con los sentimientos e ilusiones propios del ser humano.