En algún momento de la vida, ya sea en la niñez, adolescencia o a veces más tarde, nos damos cuenta de que el mundo funciona en un frecuencia que no nos hace sentir cómodos. Eso que no nos cuadra, que no parece correcto nos da rabia, nos molesta. Al crecer, esa rabia, para aquellos cuya indignación es más que una etapa de la vida, toma forma. Forma de dirigencia, forma de partido, forma de organización. Los más pragmáticos somos permanentemente insultados por aquellos que no nos conocen. Mientras quienes nos conocen sugieren que nos olvidemos, que las cosas no van a cambiar, que nos dediquemos a nuestras propias vidas: trabajo, casa, quizás un auto… A veces los entiendo porque nos han visto durante tanto tiempo desplazarnos a nosotros mismos, dedicar poco tiempo a la familia, a los amigos o a nuestras parejas sin ver ningún resultado real, que los consejos de hacer abandono de la tarea parecen lógicos.
A veces dan ganas de hacer caso, olvidarnos del momento en que no sé por qué, decidimos abrir los ojos y darnos cuenta de que la responsabilidad sobre lo que pasa recae sobre nosotros mismos. Que nada se va a solucionar mágicamente, que no podemos pretender que otros se hagan cargo, mientras nosotros disfrutamos de la vida.
La historia la han marcado aquellas personas dispuestas a darlo todo. Sin medias tintas. Esas personas que no encontraban el equilibrio entre la causa o la política y la vida personal. Hoy se nos exige que aprendamos a administrar el tiempo, cuando tiempo solo tenemos las personas con privilegio, porque mientras nosotros equilibramos nuestra vida personal hay seres humanos que consumen su existencia sin ninguna respuesta.
Mantener las convicciones, reafirmarlas diariamente es cada vez más difícil, con el mundo en contra, con las personas oponiéndose y con los vínculos cada vez más deshechos. Muchos dicen que el cambio colectivo debe ser personal. No lo discuto. Pero lamentablemente eso no es suficiente y aquellos que optan únicamente por eso me parecen egoístas. La verdad es que querer cambiarlo todo significa quedarnos solos muchas veces, peleando contra una cultura que te empuja a priorizar el bienestar personal.
Yo no sé si esto es una columna, pero a través de este espacio quiero enviarle un mensaje a muchas personas que hoy se enfrentan a esta soledad, a esos hombres y mujeres que siguen nadando contra la corriente pese a todo y todos. Porque así como ustedes, habemos muchos y muchas experimentando lo mismo. Y aquí no hay errores porque la historia lo demuestra. Sin locos ni locas, sin solos y solas, nada cambia jamás.
Vanja Rogosich Cvitanic
- Socióloga
- Presidenta Regional Juventud Socialista de Magallanes
Me representa el mensaje de: “a esos hombres y mujeres que siguen nadando contra la corriente pese a todo y todos”, tal como se expresa “sin” todes, nada cambia jamás.
El desafío es mostrar que nuevos paradigmas en la sociedad, no son una amenaza, sino la necesidad vital que se requiere para mejorar nuestra comunidad
Buen artículo…nos llama a la reflexión…me hizo pensar en el Quijote de la Mancha…