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Nosotros y la banalidad del mal

Saber que tienes libertad de escribir sobre lo que quieras te pone en una situación difícil. Por una parte se agradece esa libertad, pero por otra se siente una enorme responsabilidad. Porque escribir sabiendo que alguien te va a leer no es tan fácil. Como alguna vez nos dijo un profesor, la libertad es la responsabilidad más grande de todas. Probablemente sacando de contexto a ese querido profesor, hoy me tomo muy en serio la libertad que se me ha otorgado para entregar, espero, un mensaje.


Hoy quiero presentar a una persona que es, a mi juicio, una de las más grandes pensadoras de la historia. Debo aclarar que es reconocida por los expertos como una de las más grandes del siglo XX, pero como no pretendo esconder mi admiración o fanatismo por esta autora, la pongo arbitrariamente a ese nivel.


Ella es Hannah Arendt, filosofa alemana de origen judío. Una mujer cuya historia está marcada por su condición de apátrida y reconocida por lo polémico de su producción teórica. A los ojos de hoy, la importancia de Arendt radica en su capacidad de pensar más allá de lo que parece correcto. Pensar por sobre todas las cosas, dejando de lado aquello que parece ser de sentido común y que se asume como cierto. Justamente por esto, que debería ser un valor, fue tremendamente cuestionada y marginada en su época.


Si bien su producción teórica es enorme, me voy a centrar en su obra más polémica: Eichmann en Jerusalén, un estudio sobre la banalidad del mal. ¿Por qué esta obra? Bueno, porque la leí hace poco y porque como no es novedad, este país ha estado tan convulsionado que pareciera ser que cada cosa que vemos o leemos nos llega al alma.


Para poner en contexto, Adolf Eichmann fue un teniente coronel de la SS y se considera uno de los principales criminales de la historia. Fue juzgado en Jerusalén en 1961. El libro del que hablamos, es la cobertura “periodística” de Hannah Arendt sobre dicho juicio. Pero ella no es periodista, por tanto el resultado de la cobertura de esa noticia derivó en un profundo análisis del ser humano y dio origen al tan interesante concepto de la “banalidad del mal”.


Como seres humanos estamos acostumbrados a las clasificaciones, esto nos facilita la vida. Necesitamos diferenciar el bien del mal, nos da tranquilidad aunque estas distinciones sean en muchos casos subjetivas. Esto se evidencia cuando hacemos referencia a lo bestial, a lo monstruoso o a lo inhumano cada vez que vemos algún horror. Por supuesto, todas cosas a las que nuestro chilito querido está tan acostumbrado: la dictadura, la violencia, las violaciones a los derechos humanos. Fenómenos que hoy nos duelen más que nunca porque los hemos vivido y visto, a pesar de que crecimos escuchando promesas de nunca más.


Lo que hace Hannah Arendt es desplomar nuestras categorías, lo que nos pone muy incómodos y que por supuesto en ese momento, en pleno juicio que pretendía entregar cierta sensación de justicia tras el horror del nazismo, causó más polémica aún.


La defensa de Eichmann fue sencilla: yo cumplía con mi trabajo ¿Qué significa eso? ¿Puede alguien simplemente recibir órdenes por más horrendas que sean? Y Para quienes estén leyendo esto ¿Les recuerda algo? A mi si, se me viene a la cabeza el paco, el que pasó de ser un amigo en tu camino a paco culiao, al que deshumanizamos y lo ponemos al nivel de monstruo, al que no distinguimos ni identificamos como una persona. Esto es incómodo, y el sólo hecho de escribirlo me incomoda porque frente a los hechos, no nos queda otra que tomar una posición y volver a las categorías que nos hacen sentir tranquilos con nosotros mismos.


Pero bueno, ese no es el objeto de esta columna, de hecho todo lo contrario, lo que pretendo hacer es que por un momento nos pongamos en la incómoda situación de ver las cosas más allá del bien y el mal. El objetivo de Hannah Arendt era justamente entender de dónde viene el mal, cuestionarse si es posible calificar a un ser humano como bueno o malo. Y la respuesta a la que llega es desoladora. En términos sencillos, todos podemos ser malos. Los nazis no eran monstruos, ni bestias, eran humanos.


Lo horrendo de esta conclusión, es que los seres humanos nos encontramos siempre al borde de poder transformarnos en monstruos y explica que eso depende del contexto, pero por sobre todas las cosas, de nuestra capacidad de pensar ¿Quién era Eichmann entonces? Para Arendt Eichmann no era nada más que un ser ínfimo, una persona común y corriente. Lo que ella le recrimina en definitiva, es que él tomó la decisión de no pensar. Porque dejar de pensar es una decisión. Eichmann, se supone, nunca mató a un judío directamente, el sólo era encargado de trasladarlos a los campos de concentración y exterminio. Sin embargo, optó por no pensar en que su trabajo era llevar personas a la muerte.


Bueno ¿y cuál es el punto entonces? El punto es que todos podemos ser Eichmann. Y no se trata de decir, yo no porque soy de izquierda o yo no porque me considero buena persona. Vivimos en un mundo donde el individualismo nos ha transformado en seres que permanentemente decidimos no pensar. No pensar porque es incómodo, no pensar porque no puedo cambiar de opinión, no pensar porque si estoy en algún partido o movimiento político me pueden tildar de amarilla. Me detengo en lo político porque me toca directamente. Porque la política se ha ido reduciendo en una pelea entre los buenos y los malos, ellos están en el equipo de los malos y yo estoy en el equipo de los buenos. Lamento decir que si seguimos el pensamiento de Arendt, eso no existe. Porque todos creemos que somos los buenos, así como los nazis pensaban que ellos lo eran.


La banalidad del mal, quiere decir que éste se encuentra en las acciones más insignificantes, como decir que haces algo sólo porque es tu trabajo. Porque por querer agradar a tu jefe o por defenderte a ti mismo o a tu propiedad, eres capaz de poner la vida humana al nivel de cualquier pequeño beneficio personal. En el último tiempo hemos sido testigos de una serie de horrores, de comentarios, de levantamientos de movimientos de distinta tendencia que deshumanizan a otros. Deshumanizan a los inmigrantes porque son ilegales, deshumanizan al mapuche porque no se quiere someter a las normas “chilenas”, deshumanizan a los delincuentes porque cometer un delito te hace ser menos persona o menos niño. Y por otra parte nosotros, la gente buena de izquierda, deshumanizamos al paco.


Hoy, y con esto termino, la gran disputa es con nosotros mismos. Es obligarnos a pensar, a cuestionarnos todo y a raíz de eso tener la posibilidad de colectivizar el ejercicio del pensamiento. Porque la promesa del nunca más también depende de nosotros. Y porque basta que el contexto sufra la más mínima variación para que todos se puedan transformar en Eichmann, o peor aún, nosotros mismos.

Vanja Rogosich Cvitanic
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  • Socióloga
  • Presidenta Regional Juventud Socialista de Magallanes
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Leonardo Navarro

Tu conclusión es acertada. La división simplista en dualidades (buenos y malos, amigos y enemigos) que está en todas partes, pero más aun ahora en la izquierda, me lleva preocupando varios años. A mí me parece más riesgoso hoy el entronamiento de un fascismo de izquierda, porque una gran parte de la izquierda no lo ve así y no lo siente. La libertad de expresión, por ejemplo, que es un valor absoluto…lo que significa permitir y defender la existencia del argumento que es diametralmente opuesto al mío, es una de las primeras víctimas. Es algo por lo que se luchó y que hoy se descarta sin más, sin darse cuenta que se está haciendo.
La intolerancia dentro de la izquierda está siendo cada vez mayor, y como persona de izquierda eso me parece gravísimo.

Vanja Rogosich

Muchas gracias por tomarte el tiempo de leer y sobre todo de comentar. Sin duda que es algo que a las personas de izquierda nos preocupa mucho porque de alguna manera parece que otros sectores nos robaron la defensa de la libertad y esa siempre ha sido o debería ser nuestra lucha.
Debemos continuar dando la pelea cultural y difindir todo lo que podamos la importancia de detenernos a pensar y reflexionar. Por eso agradezco tanto este espacio porque nos hace pensar que no estamos solos ni solas en este esfuerzo.
Un abrazo y nuevamente muy agradecida por leer y aportar con su comentario

Ana Marlen Guerra E.

Desde la edición de Tu aldea, agradecemos que opinen sobre nuestras publicaciones. Se trata de un espacio creado para eso, compartir ideas, reflexionar en conjunto y activar nuevas formas de enfrentar la realidad.

Juan Piérola

Este es un tema tremendamente interesante y que da para mucha discusión.
Sin duda que la moralidad y la ética no son sencillas de discutir, nos obligan a cuestionarnos, como nos comportamos en el día a día, las decisiones que tomamos y como nos vemos a nosotros mismos. Como bien dices, todos consideramos que somos “buenos” y si hacemos algo es generalmente en consideración de que es algo “bueno” o por lo menos no es algo malo, o de ser malo lo pensamos como que está justificado.
En fin, creo que lo mejor que podemos hacer es decidir nunca dejar de pensar, ser autocríticos hasta que duela, aprender constantemente, expandir tanto los conocimientos teóricos como las realidades de otras personas, y sobretodo practicar la empatía, y ojalá ayudar a otros a realizar el mismo proceso.
Saludos y felicitaciones por la columna.

Vanja Rogosich

Ser autocríticos hasta que duela. Fuerte pero cierto. Muchas gracias por tomarte el tiempo de leer y comentar. En ese mismo proceso del pensar y replantearnos cosas por más incomodo o doloroso que sea, realmente se aprecian estos gestos virtuales.
Un abrazo

Germán

Hola, me encanto la publicación y claro esta o quizás no que, la acción de pensar no es algo pilticamante correcto, es una transgresion desde cualquier marco, enfoque, postura, situación y posición, el pensar es un acto de rebeldía y quizás el más rebelde de todos. Lo que postula Arendt es difícil de digerir porque pone en tela de jucio la construcción individual que se tiene sobre la noción del mal, los discursos y las acciones cometidas por diversos movimientos a lo largo de la historia se dan a través del concepto de Bien, ningun grupo dice ” vengo hacer el mal” sino todo lo contrario la vereda en la que estan los hace pensarse a sí mismos como buenos o correctos, o con valores morales superiores al resto. Por otro lado está la vereda que sostiene que aquello que postulan los de la otra vereda es nocivo, perjudicial, peligroso, dañino, oscuro, siniestro en definitiva malo. Esta claro que hay convenciones y organismos que regulan lo que se puede pensar como mal, pero eso no es estático, cambio a través de las décadas, siglos, milenios, por eso la noción de Bien y mal, sacando mi posición personal, es un movimiento que quizás siempre se dará, la construcción que hacemos entre el bien y mal está en entre, tal como postulaba Nietszche. Como dato pienso en el Experimento Milgram que tiene que ver en tema de la autoridad y cuestiones de ética moral y personal, esto como ejemplo a la respuesta que da Adolf Eichman sobre porqué hizo lo que hizo.

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