Cuando era niña, me sorprendió mucho saber que una persona privada de libertad tenía derecho a escapar. Eso me lo enseñó uno de mis principales maestros en la vida, mi padre. El recuerdo de ese aprendizaje significativo me sopló muchas veces al oído este año, sobre todo en los primeros días de cuarentena.

Todos mis planes fueron cayendo uno a uno, entre ellos la creación de este sitio y el tiempo fue adoptando poco a poco el ritmo de una cámara lenta. A pesar de las dificultades propias de la pandemia, la lista de tareas principales está lograda, casi por completo. Esta es una.

El sueño de crear un medio digital comienza a dar sus primeros pasos, con la particular aspiración de convertirse en una ventana, una puerta o una vitrina para temas que usualmente no encontramos en otros espacios. De algún modo, este afán tiene mucho que ver con el derecho explicado en las primeras líneas y se conecta más que nunca, con la necesidad de revertir esa suerte de despojo que hemos experimentado durante los últimos dos años.

Hemos perdido vidas, trabajos, casas, relaciones, privilegios y cuando el sistema parecía no dar mayores garantías o seguridades, las hemos seguido perdiendo. Hemos perdido confianza y dignidad, pero la paradoja es que también hemos ganado de lo mismo, en dimensiones insospechadas.

El ser nacional ya no se define bajo normas escritas por los hombres del maletín negro. Los pueblos que habitan este territorio llamado Chile supieron decir con fuerza y determinación cuáles son sus necesidades y sacando fuerzas desde sus entrañas en 2019 dijeron ¡Basta de abusos! 

Sabemos que un virus vino a cambiar absolutamente todo y la carrera que traíamos se detuvo en seco, por tiempo indefinido, pero este es un nuevo desafío para la capacidad de adaptación que anida en las personas oprimidas, esa que alumbra el sendero de quienes avanzan en la oscuridad.

Por eso, la larga noche del 2020 potenció a las luciérnagas que movidas por su espíritu social, nunca abandonaron la lucha y el sentido solidario. Las organizaciones emplazadas en los territorios solo tomaron unos días en reinventar su estrategia, porque si de algo saben es de avanzar a pesar de los rigores de las injusticias y la desigualdad. 

Este es un escenario inspirador y la invitación de Tu aldea es a ser parte, a mover, activar, expresar, construir, crear y recrear la vida que queremos y que merecemos.