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Trabajadoras de la UMAG denuncian públicamente acoso laboral luego de tres meses de abandono e incumplimiento de protocolos

Invisibilización y menoscabo de funciones, desprestigio generalizado, supervisión extrema de algunas actividades, hostigamiento y marginación, trato hostil y peyorativo, ridiculización, caricaturización e irrupción en las oficinas durante atención de público son algunas de las denuncias que expusieron cuatro trabajadoras de la Universidad de Magallanes quienes hoy viven un penoso trance sin resolución. 

Se trata de Pía Tapia Pérez, trabajadora social de la Unidad de Servicios Asistenciales de la Dirección de Asuntos Estudiantiles (DAE), con 3 años de antigüedad, Jimena Zúñiga Vega, asistente social de la Unidad de Servicios Asistenciales de la Dirección de Asuntos Estudiantiles (DAE) con 3 años de antigüedad, Sandra Guerrero Battaglia, gestora estudiantil a cargo de la Unidad de Gestión Estudiantil de la Dirección de Asuntos Estudiantiles, con 7 años de antigüedad y Evelyn Cárcamo Miranda, asistente social con 27 años de antigüedad que ocupaba el cargo de coordinadora de la Unidad de Servicios Asistenciales, quien actualmente tiene una destinación al Centro Asistencial Docente e Investigación de la Universidad de Magallanes, CADI.

El sentimiento de todas las denunciantes es que la institución falló, que los protocolos no se cumplieron y que las y los trabajadores que denuncian acoso laboral en la UMAG terminan condenadas al más completo abandono. Es más, coinciden en que su caso ha operado como un chivo expiatorio para que otras personas que deseen denunciar situaciones vulneratorias declinen hacerlo, por temor a padecer un castigo similar. La decisión de hacer público su caso pasa por lo anterior, según explicaron y como una forma de comenzar a cambiar una cultura organizacional que no resulta coherente con los lineamientos de la única universidad estatal en Magallanes. 

Cronología de los hechos

El 02 de diciembre de 2022 tres funcionarias dependientes de la dirección de asuntos estudiantiles ingresan denuncia por acoso laboral a la unidad de
Prevención y acompañamiento en materias de acoso, violencia y discriminación.

El 07 de diciembre de 2022 la unidad de Prevención y acompañamiento en materias de acoso, violencia y discriminación acusa recibo de la recepción de las denuncias.

El 14 de diciembre de 2022 la comisión sugirió tres medidas en específico, mediante a acta entregada al señor rector. En esa misma fecha se incorpora una cuarta funcionaria a la denuncia por hostilidad laboral a la Mutual de Seguridad, fallando en primera instancia a una funcionaria en particular, dictaminando su traslado y reubicación a otra dependencia de la institución.  

El 26 de diciembre de 2022 la comisión contacta a la fiscal a cargo de la investigación.

El 27 de diciembre de 2022 la fiscal contacta a las denunciantes para reunión informativa con cada una de ellas.

El 28 de diciembre la fiscal designada otorga información respecto del proceso a cada una de las denunciantes, entregando medidas unilaterales, las cuales no fueron aceptadas por el menoscabo personal y profesional de las denunciantes.  La fiscal se comprometió a entregar a cada funcionaria denunciante respuesta sobre posible resolución emanada desde la autoridad, situación que a la fecha no ha sido recibida.

El 27 de febrero de 2023 se reanudan las actividades laborales en la Universidad de Magallanes, donde tres de las cuatro denunciantes no tienen respuesta a la demanda presentada, no ha existido contacto del empleador, ni en lo laboral y ni en lo personal.

Cabe señalar que los detalles están señalados en las denuncias y no pueden ser revelados, ya que existe una investigación en curso.

Testimonios de las denunciantes

Tu Aldea conversó con las trabajadoras denunciantes para conocer de primera fuente sobre cuál ha sido su experiencia humana en este caso. A continuación, compartimos sus testimonios. 

Pía Tapia Pérez, trabajadora social de la Unidad de Servicios Asistenciales de la Dirección de Asuntos Estudiantiles (DAE), con 3 años de antigüedad: “Humanamente para mí ha tenido un tremendo costo, o sea, desde somatizar. Partí con herpes, crisis de ansiedad, angustia. Si bien estoy repuntando, estuve en un punto en que llegué a tener ideas suicidas, fobia social, no sé, una sensación de desesperación también, como que lo arraigo a mi historia personal y si hoy día estoy dando esta lucha, es porque he sido agredida en otros contextos, ya sea familiares o de pareja y nunca hice nada y el haber tomado esta decisión también es un tema personal de poder resolver los conflictos de otra manera, pero es súper triste darte cuenta de que el sistema no te protege. Las instituciones no te protegen, la ley no es operativa y no funciona. Te deja en un estado de desesperanza total, de cuestionamiento. Soy trabajadora social, también tengo una ética, milito también por los derechos humanos y ver que te encuentras en una situación de total desesperanza, abandono, invisibilización, que también te silencien es violento. Entonces creo que los costos han sido tantos que no podría cuantificarlos o determinarlos, en una palabra, son infinitos y solamente han pasado cuatro meses. Entonces creo que no podemos seguir esperando que esto siga repercutiendo en nuestra salud mental y también en otros funcionarios, en otras personas, en estudiantes que también se vinculan con estas formas de operar que ya tiene la institución y que son lamentables”.

Asimismo, recordó que ella estudió en la UMAG y siempre ha tenido un compromiso de trabajo en pos del cambio y bienestar de las y los estudiantes. En este sentido, manifestó que lo esperable es que la institución vaya creciendo en vez de decrecer, con este tipo de prácticas, por lo que enfatizó en la importancia de que esta situación se dé a conocer y que ojalá se pueda transformar a partir de todo el dolor que ha generado en las denunciantes.

Sobre el mejor escenario, indicó que este sería: “Una medida de sanción hacia quien acosa o maltrata a los funcionarios y también, medidas de protección y reparatorias para el equipo de quienes hemos sido afectadas. Eso ha sido nuestra constante bandera de lucha las veces que nos han entrevistado producto de la denuncia, siempre pedimos que se trabajara en mejorar y reparar este clima laboral o el trabajo, porque si analizamos hoy día somos todos funcionarios comprometidos y la unidad operaba bien, digamos laboralmente. Esto tiene que ver con otros factores que claramente pueden ser intervenidos, si es que realmente la institución estuviese preocupada de eso”, puntualizó.

Jimena Zúñiga Vega, asistente social de la Unidad de Servicios Asistenciales de la Dirección de Asuntos Estudiantiles (DAE) con 3 años de antigüedad expresó: “Esta experiencia ha tenido un costo enorme. Hablar de maltrato no es fácil, más cuando se normaliza en los ámbitos laborales conductas que no deben ser. Se comenta en el pasillo, pero la gente no las enfrenta por miedo, por temor. Hoy me siento desesperanzada. Hoy siento que la institución nos abandonó.

Siento que no sirve el protocolo de maltrato que está implementando la universidad, porque no tiene un rumbo claro, nosotros hoy en día, no sabemos qué pasa con nuestra situación, no tenemos claridad de nada porque hasta el momento no hay nada formal, exceptuando una reunión que tuvimos con la fiscal que no tiene ningún sustento hasta el día de hoy, porque no ha llegado ninguna respuesta respecto a esa reunión que tuvimos con ella.

Se siente desamparo de parte de nuestros compañeros, cercanos a nosotros, al comprobar que uno es un número en una institución y que para tus compañeros también eres un número. Duele saber que uno trata de entregar y ser solidario y trata siempre de estar representando la inquietud de otros, pero en el momento que te toca a ti que te respalden tus mismos compañeros, sentirte que estás solo. Si no fuera porque este proceso lo estamos viviendo las cuatro, yo creo que mi condición sería otra.

No es fácil llegar a los 52 años y vivir esta situación más cuando tú siempre has sido la que sacas la cara por otros en general, yo me destaco por ser abogado del diablo, hasta que ahora me tocó a mí recibir las represalias de este cuento, entonces no es fácil. Cuando ves que hay un monstruo con mil cabezas y que tú no puedes identificarlo y donde te sientes pequeñita. (…) Yo te puedo decir que hay una sola persona que destaco que se contactó con nosotros, que es del Área de Recursos Humanos, que es una colega de ahí, nunca más supimos de alguien de la Universidad, de nuestros compañeros. Si nosotras estamos vivas, si estamos bien, si amanecimos hoy, a nadie le interesa. La gente sabe lo que ocurre, pero se queda callada. 

Entonces siento que hemos involucionado en vez de evolucionar, simplemente en protocolos para todos. Pero la gente no tiene conciencia de lo que implementa. Entonces hoy siento que estamos forja cero. Yo no tengo idea lo que va a pasar conmigo el día que termine mi feriado legal, en ese proceso estoy. A nadie le interesado nuestra salud mental, que eso es lo más importante.

Nosotras somos la cara visible de la Universidad para un montón de cosas, pero al parecer no hay un reconocimiento a nuestro trabajo, hay una invisibilización del trabajo que hacemos como asistentes sociales en la Universidad de Magallanes. Al parecer cualquiera lo puede hacer y no es así, no, la ética nos dice que no cualquiera puede hacer nuestro trabajo, más cuando le hemos puesto tanto cariño, tanto compromiso frente a lo que hacemos, pero al parecer eso no le importa la autoridad, porque somos reemplazables, igual que números contables.”, expresó.

Sandra Guerrero Battaglia, profesora, mamá y gestora estudiantil a cargo de la Unidad de Gestión Estudiantil de la Dirección de Asuntos Estudiantiles, con 7 años de antigüedad, afirmó: “De verdad que esto es increíble, casi rayando lo maquiavélico, diría, la indiferencia y el desprecio que tiene la institución por sus funcionarios, por sus trabajadores y te lo estoy hablando desde lo más básico, como nos dice Humberto Maturana: ‘ver al otro como un legítimo otro’, a la universidad no le interesa y qué triste y qué frustrante es darte cuenta que todo lo que tú dices y todo lo que tú tratas de enseñarle, explicarle y sobre todo, con el ejemplo, a los estudiantes de la Universidad, es que no existe absolutamente. Se lo borras de un plumazo, porque la realidad nos muestra que para la institución cuatro funcionarias del área de la Dirección de Asuntos Estudiantiles que trabajan directamente con los estudiantes no existen, ¿no? Seguramente también tiene que ver con que nosotras no tenemos la capacidad de poder votar, por lo tanto, no existimos y la frustración es enorme, porque tú te ves enfrentada a un monstruo que lo ves más grande de lo que realmente es, porque este aislamiento y esta soledad, por supuesto que es muy mala consejera y lo único que genera en mí es la desesperanza aprendida a fuego”.

Al ser consultada sobre el hecho que este tipo de prácticas ocurran en la única universidad estatal de Magallanes y sobre cuál sería el mejor escenario, Guerrero dijo: “Es terrible que ocurra, sobre todo en una universidad del Estado, que además funciona con los impuestos de todos nosotros también y con recursos públicos y que esté tan enraizado este tipo -casi de esclavitud- donde se habla mucho de los derechos de los trabajadores, pero no se ejercen. Donde el trabajador que se atreve a decir: ‘Esto no me gusta’, es castigado, es cuestionado y es abandonado y arrinconado a un nivel superlativo y por supuesto que es muy desilusionante, porque este rol que debe jugar una institución del Estado es totalmente antagónico, tiene que ser la que lleve la bandera de los derechos de los trabajadores, de las mujeres, de las minorías y de todos, hombres, mujeres, niños, jóvenes, de todo el ser humano que existe. La experiencia de nuestros siete años me ha demostrado (…) la desesperanza, no sé si habrá alguna vez luz, para ver que las instituciones realmente funcionen y no sé qué pasará por la cabeza de nuestra administración, que tiene un eslogan bastante llamativo que dice: ‘comuniquémonos, conversemos’, pero que en estos casi cuatro meses nunca, ni siquiera intentaron conversar con nosotras y nunca les importó y todavía estamos tan en ascuas, que no sabemos si realmente les importó, si lo saben o no les interesa realmente. Esa es nuestra realidad”.

Finalmente, Evelyn Cárcamo Miranda, asistente social con 27 años de antigüedad que ocupaba el cargo de coordinadora de la Unidad de Servicios Asistenciales, quien actualmente tiene una destinación al Centro Asistencial Docente e Investigación de la Universidad de Magallanes, CADI, expresó sobre la experiencia que ha vivido: “Es una profunda desilusión de la institución, que está conformada por personas y por un tema de indolencia frente a una situación que uno no pensaba que pudiera darse así. La falta de confianza en el trabajo de quienes han preparado un protocolo de maltrato de acoso laboral, pero que en la práctica no ha sido efectivo, que las cosas que se trabajan y quienes reconoce uno que trabajan cuando se tienen que aplicar no se llevan a cabo como las expectativas que las personas pensamos. 

Entonces, como decía una colega, se crea la desesperanza aprendida y eso es desilusionante, porque uno trabaja en una institución en la que tiene muchas expectativas, es una institución que proyecta el capital humano a la comunidad. Entonces nosotras, que trabajamos y somos parte de ese fruto, porque trabajamos en una unidad sensible, donde nuestros aportes son indirectos, para que se formen mujeres y hombres y realicen sus sueños, que es obtener una profesión, un título técnico, poder llegar a tener sus aspiraciones. Pero si no estamos bien, trabajando en un ambiente de cordialidad, en un ambiente en que uno disfrute su trabajo, tampoco va a poder entregar un trabajo bueno y un trabajo adecuado a quienes nos debemos y, a quienes en una profesión como la de la trabajadora social, hemos optado por una opción de vida, donde nuestro trabajo, nuestra conversación va más allá de un simple trámite, va respecto de un cambio social, de orientación que realizamos. Con el tiempo van formando parte de una identidad también personal, entonces y frente a denuncias de maltrato laboral que fueron presentadas y que la institución no ha operado de acuerdo con los procedimientos que han trabajado. 

Por ejemplo, el procedimiento de la rapidez no se ha dado. El procedimiento de entregar comunicación tampoco, las personas que han denunciado, han sido invisibilizadas y eso produce realmente una desilusión con la institución a la que uno le ha entregado muchos años de vida, muchos años de esfuerzo, de sacrificio, de ponerse una camiseta de identificación, de defensa y lamentablemente es difícil decir estoy trabajando en una institución que se preocupa por las personas, porque realmente hemos obtenido el ejemplo que no se ha preocupado por las personas que realmente han presentado una denuncia y que hasta el momento están en ascuas. En mi situación específica yo tuve una respuesta, porque mi denuncia fue aceptada por una institución externa, reconociendo que había una hostilidad de la jefatura y que la institución tenía que actuar, pero si no hubiese sido así, la institución todavía estaría en compás de espera, como sigue en estos momentos”

Al ser consultada sobre la posibilidad de que los hechos constituyan un conflicto de género al interior de la institución, Cárcamo indicó: “es paradójico, pero las víctimas hemos sido mujeres. Hemos sido mujeres que trabajamos en el ámbito operativo. Gran parte del trabajo que realiza la Universidad a nivel de gestión está dado por mujeres y una parte importante de la gestión de dirección está dada por varones. Llama la atención y llama también la atención a veces la poca solidaridad que tenemos entre nosotras y como género, pero esperamos que no se quede solo en discurso, que también se quede en acciones concretas de solidaridad entre las mismas mujeres, que a veces uno observa que están solamente tal vez en lo que se dice, pero no lo que se hace. La preocupación por saber cómo están las personas que están con licencias médicas, porque quien busca estar con una licencia médica, es porque tiene una necesidad de atención de su salud y que las mismas personas que forman parte de la comunidad cercana no se preocupen y que sean del mismo género, muchas veces también llama la atención. Quizá todavía nos falta mucho para ir salir del discurso e ir más a las acciones”.

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