Parece que se hubiera ido, que se terminara, como un rayo de luz que se extingue al anochecer; pero su éxodo es, solamente, un espejismo, porque lo que ocurre, en realidad, es que durante meses vive oculta, trabajando, sin descanso. Más tarde, concluida su faena, realizada en forma privada, interna, subterránea; cuando se siente lista y segura, hace nuevamente su entrada triunfal; despertando a las flores, trepándose a los árboles, aumentando la temperatura y ahuyentando los males; brotando, abriendo y haciendo brillar seductores matices en cada rincón, gracias a su energía fresca, húmeda y renovadora.
Entonces, de seguro, en nuestras vidas, dentro de nuestros cuerpos y mentes, y ya que somos una manifestación más de la naturaleza, hace lo mismo. Ella, como eterna primavera, gestiona, sin cesar; obrera incansable y madre nuestra amorosa que se esconde muy dentro, en el alma, creando sueños, anhelos, proyectos, los cuales, muchas veces, nosotros soslayamos por temor al fracaso, al “qué dirán” o a cualquier variante o combinación de los dos. Y así decidimos que el invierno ha congelado nuestro destino. Pero el invierno, como tal, no existe, ni en el planeta Tierra, ni en nuestras transitorias existencias. El invierno es la primavera, trabajando al cobijo de muchas capas que la ocultan. Primavera subyacente en el mundo que contiene al ser. Eterna primavera bullente de acción y colores, nunca alejada, siempre presente, sólo escondida por tramos de tiempo, realizando grandes tareas que requieren más privacidad, siempre viva, siempre atenta y siempre dispuesta a creer y a crear.
Fotografía: Ramdas Ware
María Alejandra Vidal Bracho
Pintora naif y escritora chilena nacida en la ciudad de Punta Arenas, Magallanes. Su trabajo literario se desarrolla a través de poemas, cuentos y reflexiones, relacionados con los sentimientos e ilusiones propios del ser humano.