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Yayo Riquelme Navarro: “Yo creo que vamos a tener que volver a la tribu”

Yayo Riquelme Navarro nació en Punta Arenas en septiembre de 1962. Su amor por la literatura comenzó a los nueve años. La historia se remonta al 12 de octubre de 1971, cuando andaba en bicicleta por el Parque Don Bosco y un conductor que estaba probando su Ford ranchero lo atropelló, fracturando en tres partes una de sus piernas. Este hecho tuvo como consecuencia largos períodos de hospitalización. Allí, el ejercicio de la lectura le abrió una ventana a otras posibilidades. Recuerda que partió por Papelucho, pero luego saltó a lo que llama “literatura más seria”. En el primer encierro hospitalario pensó cosas que luego se convertirían en escritos. 

Actualmente reside en Santiago y se dedica a cultivar sus dos vetas artísticas: la literatura y las artes visuales, siendo esta última su principal ocupación en un local ubicado en el pueblito Los Dominicos, donde crea, expone y vende sus pinturas.  

El 13 de agosto de este año presentó su segundo libro, titulado Asuntos en los patios en una ceremonia cálida y humana que tuvo lugar en el restaurante La Marmita de Punta Arenas, acompañado por su familia y amistades. Fue una instancia muy especial que dio lugar al lanzamiento de este poemario que en palabras del escritor Miguel Bórquez: “consolida y expande el universo lírico y ético iniciado en su debut, Ropa tendida (o enumeraciones del 1 al 9), convirtiéndose en la cara complementaria de una misma y preciosa moneda cuyo brillo permanece oculto bajo el follaje y la nieve austral”; concretando también el ansiado rito del reencuentro entre personas que solían reunirse en los circuitos del arte y la literatura y que producto de la pandemia se habían perdido de vista. 

Tu aldea conversó con Yayo Riquelme sobre este libro y sobre su vida. 

¿Qué libro recuerdas como el primero que te marcó?

Primero leí novelas de Agatha Christie, pero cuando leí a Cortázar me voló la cabeza. También me metí en los cuentos de Benedetti. Antes de Cortázar… Siddhartha de Hermann Hesse, lo leí antes que mis compañeros de clases. De hecho el profe me pedía a mí y a un amigo, que recomendáramos libros para leer en el curso y nosotros leíamos otros, porque ya conocíamos los títulos que estaban en el programa. Teníamos que hacer un análisis crítico. Era un trabajo bien bonito que pedía. Pero tenía harto leído; estando en cama no hay mucho que hacer aparte de la lectura. 

¿Cuánto tiempo estuviste hospitalizado? 

Como tres años, porque salía y luego volvía, me hicieron como siete operaciones. La primera temporada estuve seis meses y después volví, porque me agarré un virus en el hospital y estuve seis meses más. También tuve que hacer reposo en mi casa. Todo esto entre 1971 y 1973 más o menos. Después andaba con yeso jugando, fue complicado. Como te digo, fueron largas estadías y uno como que se acostumbra a estar en la casa y tenía que estar acostado obligadamente, entonces la lectura fue un refugio para mí.

Estuve mucho tiempo solo en el hospital. En un momento no había cama, así es que me pasaron al sector de maternidad. Compartí con una chica y también con una viejita que después se murió. Es como que ahí desarrollé más mi lado espiritual, me fui más adentro. Y la literatura te salva, es decir, te lleva a otros lugares. Me sacaba del hospital, aparte que los horarios en estos lugares son tremendamente feos, porque te empiezan a molestar como a las seis de la mañana, almuerzas a las doce, vuelven a las cuatro y como a las ocho te empiezan a apagar la luz, entonces mal. Ahí aprendí a leer, a degustar la literatura. 

¿Y cuándo saltas a la escritura? 

Cuando estuve en la Universidad. Es decir, creo que escribí algunas cosas antes, pero ahí fue más en serio. Además, recuerda que antes se escribía cartas. Yo tenía una polola acá en Punta Arenas y estaba en Santiago y había muchas cartas. Tratas de volcar todo lo que sientes ahí. Eso te ayuda. Era un ejercicio bueno la carta y era lindo recibirla, ahora la gente perdió esa costumbre. Pocos mandan. De hecho, nosotros en el local (Santiago) tenemos postales con pinturas o dibujos que hacemos con mi socia y teníamos un buzón, pero poca gente lo usaba. 

¿Conservas cartas?

Algunas. De hecho las puedo volver a ver, más que las fotos. No tengo tantas fotos. A veces encuentro las cartas y las vuelvo a leer. Tengo cartas de mi hija para los cumpleaños. Tengo un baúl de tres pisos, con cajones y cosas que guardo, donde tengo pinturas y cuando empiezo a buscar, me encuentro con sobres, cartas, dibujos, cosas que hice y que me olvido que están ahí. Tarjetas que me hacían mis hijos en el colegio. Las cosas de fideos, esos típicos regalos de los niños, no los tengo (se ríe). Ahí también tengo cosas que escribí hace mucho tiempo. Por ejemplo, en este libro, los apéndices vocales son de un libro que hice en el 88’ y ahora lo cambié, pero surge de ahí. Hay un diccionario que hice, el diccionario de la derrota se llama. Hay un libro que tengo inédito, que se llama Astrolabio. Entonces, me encuentro con todas esas cosas en ese baúl y ahí empecé rescatar cosas para este libro (Asuntos en los patios).

Ya que tocaste el tema, podrías contar de qué se trata Asuntos en los patios.

No sé de qué se trata. Yo creo que se trata de mí y yo creo que escribir es una excusa para mirarse hacia adentro y mirarnos entre nosotros, entre la gente y, al final de cuentas lo que uno aprende es que la gente vibra con lo mismo, no toda, obviamente, pero hay gente que sintió igual, o lo que tú dices les llega, tanto en la pintura, la escritura, la música, bueno como en todas las artes. 

Entonces, Asuntos en los patios, son “asuntos” como te digo, yo no ocupo tanto la palabra poemas, porque no sé, de repente son conversaciones conmigo mismo, pero no son estrictamente un poema. Hay algunos textos que son más poemas que en el primer libro (Ropa tendida). Hablo de patios, porque son cosas íntimas. Uno colgaba la ropa en el patio de atrás, es tu ropa, es algo íntimo.

¿Y qué significa la palabra patio para ti?

Patio es algo interno para mí (…) puedes invitar a amigos o amigas a jugar a los patios, pero es algo que es de tu casa, es tuyo, tu hogar. Ayer escuchaba una canción tan bonita, de viejos tangueros, que hablaba de “mi barrio”, hablaba de los amores también, pero lo que más tocaba era los barrios, “cómo volver a ti en la infancia” y eso para mí también son los patios, lo que viviste y que quizás ya no va a volver, que está en la memoria, que está en la nostalgia, son cosas que ya no están, pero que de alguna manera quedaron…y me ando fijando en los patios. Hay casas que me gustan mucho, que había antes (lo nombro en el primer libro) las “casas quinta”. Tú ibas a una casa y tenía un fondo, algunos con siembra, otros no, pero era impresionante y me acuerdo que de niño era más grande el patio y podías jugar, entonces eran aventuras. 

Hablando de eso, de los patios… y haciendo un análisis de lo que pasa actualmente ¿qué te parece el modo en que se planifica el espacio de las viviendas?

Ah no, terrible. Es cada vez más una construcción de guetos la que están haciendo, como la que se hizo en Santiago, en Estación Central, donde los espacios son prohibitivos para un ser humano, muy pequeños. Más ahora en la pandemia, donde la gente tuvo que soportarse en espacios reducidos, porque hay que soportarse, somos todos distintos y encerrados se nos sale el ogro y si no hay espacios adecuados o patios, cuesta. Yo creo que mucha gente se enfermó de depresión a raíz de lo mismo. 

Lo otro que pienso es que sigue siendo un enfoque meramente capitalista y neoliberal el de la construcción, porque está diseñado para que ganen plata los que edifican. Ahora me enteré que están haciendo unos edificios en la costanera de Natales, que deben ser horribles (camino a Bories). Esa costanera es preciosa por la vista que tiene y lo van a hacer en la playa, es decir, van a tapar toda la vista, eso me parece súper mal.

El otro día pensaba en esas casas grandes de los ricachones en Santiago, donde a la servidumbre le hacen piezas minúsculas ¿Cómo no puedes pensar que una persona necesita espacio, si va a trabajar para ti? Y le hacen una cuestión para que sienta el rigor de que hay diferencias, como diciendo “yo soy el amo” y eso sigue estando, no ha cambiado y hay arquitectos que siguen trabajando con eso. Entonces no me parece, yo volvería a estas casas grandes.

Me gustaría que hables de la nostalgia que está presente en este libro y en otros textos tuyos.

Claro, yo digo que la nostalgia es algo que se queda en el alma. Es un pedazo de tiempo. Ahora venía caminando y le mandé una foto a un amigo de Santiago de las pozas escarchadas, que también nombro en Ropa tendida. Cuando íbamos al colegio pisábamos esas pozas y ahora están escarchadas, entonces es precioso. La nostalgia tiene muchos conductos o se conduce de distintas formas. De repente te asalta por cualquier cosa, puede ser por un olor y te sale un recuerdo de algo. Los olores son muy categóricos, son más inmediatos porque no hay que hacer mucho esfuerzo, las memorias aparecen al instante, también cuando uno ve algo que escribió hace tiempo. Yo veo la nostalgia como “saudade” -como dicen los brasileros-, en una mezcla de algo triste y alegre, que está en los momentos lindos.

Y así como dices que la lectura te salvó ¿tuviste la misma experiencia con la escritura? 

Sí. Escribir es una sanación. Tanto para quien escribe como para el que le llega, que logre meterse en el mismo universo en el cual uno está creando. Para mí es un exorcismo, como sacarte las cosas y tratarlas. Es una introspección, porque tú tienes que ponerte frente a ti y si te duele, tienes que hacerle frente y escribirlo. Creo que eso mitiga mucho el alma, en el sentido que no te quedas con cosas no solucionadas. Bueno, creo que todo arte es sanador, por eso escuchamos tanta música y pasó en la pandemia igual. Todos decían que gracias al arte habíamos sobrevivido.

Hay varios artistas que tienen doble militancia, en tu caso también te desenvuelves en las artes visuales ¿Cómo conjugas ambas expresiones?

Mira, yo creo que la pintura mía es más alegre, colorida. Tú comentabas también que tengo una poesía bien visual ¡Bueno! Mi primera vocación siempre fue la pintura y yo creo que está en la observación, pero para mí también es un acto de meditación. Por ejemplo, me cuesta empezar a hacer aseo, pero una vez que empiezo también es un ejercicio que me hace meditar, porque es algo mecánico. No tienes que estar concentrado en pasar la escoba, pero estás pensando en otras cosas y cuando yo pinto también, estoy volando en otras cuestiones. Obviamente igual estoy un poco en la pintura, pero me voy a muchas partes. Con la escritura estoy más concentrado, pero creo que todas las artes se complementan. La poesía tiene color, musicalidad, tiene ritmo. Me hubiera encantado ser músico también, pero nunca tuve dedos pa’l piano. Mi hijo ya cumplió esa parte y mi hija cumplió la parte del teatro. Óscar, mi hermano hacía fotografía, así es que estamos bien. 

Lo que me gusta de la pintura es que canaliza cosas que uno ni siquiera sabe que tiene. Con la escritura todo es más explícito. Yo nunca he creído cuando dicen: ¿Y qué quiere decir ese cuadro? No quiere decir nada (se ríe a carcajadas), si los cuadros no hablan. La cosa es: ¿te gusta o no te gusta? Eso es pa’ mi la pintura. Si te gusta, te deja un montón de cosas, una oleada. Yo he ido a muchos museos, me ha dado intoxicación de arte pero hay cuadros que te quedan grabados para toda la vida. Me gusta eso.

Tú hablabas hace un rato de la nostalgia de un tiempo en el que se podía acceder a ambientes más amplios. Hoy día nos pesa la sentencia de una emergencia climática, como un decreto de término ¿Cómo enfrentas eso, pensando en las nuevas generaciones? 

Antes quisiera hacerte un alcance con respecto a la nostalgia. No es que uno siempre esté con el cogote pa’ atrás. Creo que estamos haciendo cosas que también van a quedar en la nostalgia pero que estamos viviendo ahora y si lo vivimos intensamente, con alegría, con la tristeza si es que hay tristeza, también es algo a lo que vamos a poder acceder después. También me gusta estar viviendo el presente y a pesar de lo que dices y que para mí es real que tenemos hecho mierda este planeta y que no le veo mucha vuelta. De repente estoy hasta catastrófico, como decía Matta, antes los dinosaurios se comían un bosque en el desayuno y tuvo que cambiar, tuvo que ocurrir un cambio de era y quizás corresponda hacer un cambio de era, que la Tierra se sacuda completa, nos sacuda a nosotros y que nazca otra cuestión o como estas películas futuristas, que sobrevivan algunos.

Tengo hartos poemas escritos sobre esto y me imagino a mis nietos y mis hijos en otro tema. Yo creo que vamos a tener que volver a la tribu, a lo poco. Por ejemplo, ahora estoy dedicado a la pintura. Vivo con menos plata, pero se vive feliz y no necesitas plata pa’ vivir o muy poca. No se necesita tanto como la gente cree que necesita. Yo creo que quizás la vuelta sea así, una conciencia en la que no estemos consumiendo y consumiendo por consumir. A mí me gustaba mucho, en ese sentido, el tema de los Onas, que se organizaban en tribus, pero solitarias. Estaban como a 2 kilómetros la una de la otra, podían intercambiar, pero tenían su núcleo. También creo en la parte solitaria de cada uno de nosotros.

No le veo mucha vuelta al planeta, ojalá fuera así, por mi nieta y todos los que vengan, porque también digo, pucha, mira el planeta que les dejamos. Es para cuestionarse en el sentido de que estamos trayendo gente al mundo y estamos hechos pelota, pero también es rico tenerlos a los niños. Lo otro es que la conciencia nuestra debiera apuntar a que el niño debe tener más participación en nuestra sociedad. Ellos tienen una lucidez que hay que aprovechar. En ese sentido me encantó el discurso de Elisa Loncon, cuando asumió la presidencia de la Convención Constitucional, porque le habló directamente a los niños. Un poco por ahí, pero en general no soy tan optimista con el futuro del planeta, como te digo, capaz que haya que sacudirse un poco y volver a empezar. 

Los que estamos más jodidos que el planeta, probablemente somos la humanidad, las otras especies.

La arrogancia de nuestra especie, nos decimos seres pensantes, nos creímos el cuento y nos olvidamos de la intuición, que también está en el arte, que es más visceral. Se le da mucha importancia al raciocinio y no es lo mejor, si todo tiene que ser combinado. Por ejemplo en Punta Arenas me asombra la cantidad de autos que hay y está feo eso. Hay autos por todos lados, tacos. Yo ya no veo ni a los amigos que veía antes, porque todos andan en auto y yo ando de a pie. No me encuentro con nadie y hasta para ir a dos cuadras se suben al auto, entonces me parece incomprensible. Bueno, como yo estoy fuera de esto, cuando vengo a Punta Arenas me gusta respirar este aire limpio. El primer día que llegué me pilló el viento, me dijeron: “anda en taxi”. Hasta de Santiago me llamaron para decirme: “oye, saliste con lindo día…120 km/hora”. Yo andaba en la calle, pero fue volver a vivir esas cosas de antes, yo me iba de a pie al colegio, con las manos cagadas de frío porque iba con el cuaderno. Nunca fui de guantes o de gorro, pero volver a eso es impagable. Tenemos unos cielos preciosos, entonces gastar tiempo precioso dentro de un auto me parece innecesario y al final andas más rápido a pie, porque hay tanto taco. Yo en Santiago me tengo que mover en auto para algunas cosas pero igual me gusta salir.

Generalmente, la gente que se va a Santiago dice que quiere volver ¿Cómo lo haces tú para vivir tan lejos, conociendo todo esto?

Es que mira, yo no quiero volver. Quiero volver de vez en cuando. Me gusta el calor ahora. No me gusta andar con calcetines. Me encanta el verano. Me levanto, me pongo unas chalas, un traje de baño o un short, una polera y estoy listo. Tienes la ventana abierta y te entra la luz. A mí me mató la luz en invierno acá. Para pintar se te hace pesado. En verano es el descueve porque hay un montón de luz, pero en invierno era mucho…levantarse sin luz y en la tarde volver a oscuras, es como que te baja un poco. Siempre estoy diciendo que me voy a ir a Brasil o a México (ríe), todavía tengo pendiente irme a otro lado o me iría a Valparaíso, cerca del mar, pero ya no volvería a vivir acá. A pasear es rico, porque me encuentro con la gente, los amigos y como te decía en la presentación del libro, capaz que no me extrañarían tanto si estuviera acá. Como vengo de vez en cuando tengo cualquier invitación, la gente me quiere. Si me quedo acá me van a empezar a odiar (se ríe a carcajadas).

¿Te gustaría decir algo más sobre el libro o el oficio de escribir?

Lo que siempre me asombró de Magallanes, quizás por la oscuridad, es que ha sido cuna de gente que escribe. Hay mucha gente escribiendo, mucho adolescente. En la revista La Peste participó Kya-Sun, que todavía está en el colegio. Ella escribe muy bien y empezó acá, en Punta Arenas. Lo lindo de esa experiencia fue cruzar grupos etarios distintos en que nos pudimos comunicar por medio del lenguaje de la poesía, de la escritura o del arte en general, porque yo veo mucha huevonera en esos círculos de los viejos, como carcamales que se creen especiales porque han publicado y que no pueden compartir. Yo creo que los jóvenes tienen mucho que aportar y si uno puede ayudar en eso, pucha que bien. A mí me han leído hartos chicos, de distintas edades (…) fue un lindo fenómeno, me gusta que esa chispa siga.

Bueno, hay que decir que tu forma de escribir es muy joven…

Claro que cuando me ven a mí queda la diferencia (se ríe), es que yo sigo siendo como niño en un montón de cosas, la cáscara no me acompaña pero… (vuelve a reír). Es que yo creo que el arte igual te hace joven en un montón de cosas y te obliga revisarte, ojo también. A mí me encanta eso de que estemos hablando de patriarcado, de que las mujeres estén tan empoderadas, porque hemos tenido una visión de mierda con respecto a eso y los hombres también, pecamos un montón, nos creímos el cuento y claro, para nosotros era súper cómodo, pero hay que cambiar y el arte sirve para reflexionar acerca de esas cosas, tiene que ser motor de cambios.

¿Te consideras patriarcal?

No, para nada. Es decir, siempre hay que hacer esfuerzos para eso. De repente tienes cosas que se te salen, porque también te educan de una forma. Como decía Cortázar: hay que deseducarse, porque los doce años en el colegio para mí son una instrucción, donde te lavan el cerebro y después entras al sistema y te dicen: a la Universidad. Es decir, ¡no te dejan nunca tranquilo!

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PEDRO GUICHAPANY

Bella entrevista, bella conversación!

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