¿Quien carga con la culpa? The wrong man (Alfred Hitchcock, 1956)

“Toda persona acusada de delito tiene derecho a que se presuma su inocencia mientras no se pruebe su culpabilidad, conforme a la ley y en un juicio público en el que se le hayan asegurado todas las garantías necesarias a su defensa.” Artículo 11 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

En el año 1956 Alfred Hitchcock estrenaría una de sus películas más peculiares, particularmente por el tratamiento realista que le daría a la cinta. Signo de aquello sería que su ya famoso cameo lo realizaría al inicio mismo del filme, hablando directamente al público, en forma de silueta pero sin esconderse, interpelando directamente para advertir que la historia que se verá a continuación se trata de un hecho completamente real.

En “El hombre equivocado” conoceremos la historia de Christopher Emmanuel «Manny» Balestrero, hombre de familia que será apresado, falsamente acusado de robo a mano armada. A diferencia de muchísimas películas de este director, aquí no acompañaremos un viaje de un inocente intentando dar con la verdad mientras escapa de la ley, si no que desde un principio este estará preso del aparato policial, apartado de su familia y de la sociedad misma, todo fundamentado en pruebas circunstanciales que le adjudican la culpa sin otorgarle ninguna opción real de defenderse, quedando abandonado al azar.

Aquí Hitchcock toca un tema recurrente y personal para él: el “falso culpable”, este hombre que es enjuiciado por algo que no hizo mientras carga con una culpa que desconoce. Por lo mismo, vive un intercambio de culpa, el que no lo vincula al culpable real de los crímenes, si no que a su esposa. Manny se sabe inocente en todo momento, mantiene la consciencia tranquila a pesar de todo el proceso angustiante que vive, lo que provocará que la culpa deba ser asumida por otro, en este caso Rose Balestrero, quien cargará tanto moralmente como simbólicamente con todo el peso de este proceso viciado, con nefastas consecuencias.

El filme no solo nos habla de la posibilidad de cualquiera de nosotros, por más inocente que seamos, pueda ser acusado de un crimen, si no que además nos quiere poner de manifiesto los avatares por los que deben vivir no solo quienes injustamente deben vivir un proceso en el cual se les trata de culpables desde un principio, sino que también los efectos de esto en el mundo exterior. Por un lado vemos un mundo familiar destruido, con una esposa víctima de la frustración y la pena, y por otro lado una sociedad que sigue inmutable ante la injusticia que vive este hombre y su familia.

Mientras en Chile vivimos una profunda crisis de diversas aristas, donde el funcionamiento de la justicia está en duda, muchas personas han estado o continúan estado encarceladas o con arresto domiciliario sin comprobarse su culpabilidad, donde han existido casos en que inocentes tuvieron que pasar un 12, 14 meses en cárcel por el abuso de la Ley de Seguridad del Estado por parte de un Gobierno incompetente y temeroso. Es en ese contexto en el cual se hace necesario recordar que detrás de todos esos “falsos culpables” existen familias que sufren, muchas veces de manera irreversible, algo que ninguna absolución ni una disculpa borrarán, y ante esto no debe existir jamás una sociedad muda e imperturbable, si no que un pueblo unido, valiente y luchando impávido en el clamor por justicia. De modo contrario, como diría el buen Hitch, todos deberemos compartir la culpa.

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