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Rina Díaz Jiménez: “Últimamente te demonizan llamándote feminista, por favor, si solo se reclama equidad, un trato más humano”

Rina Mafalda Díaz Jiménez, nacida en Puerto Natales, Chile, reside hace más de veinte años en la ciudad de Punta Arenas. Es escritora, poeta, tallerista y gestora cultural. Además, colabora permanentemente con la Dirección de Comunicación y Extensión de la Universidad de Magallanes, el SernamEG y la Fundación PRODEMU. Ha sido invitada a participar de diversos congresos literarios nacionales y a festivales poéticos. Es integrante de la Sociedad de Escritores de Chile, filial Punta Arenas (SEM). Actualmente es Consejera Regional del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio de la Región de Magallanes y Antártica Chilena. Parte de su obra se ha difundido en México, Argentina y en antologías chilenas.

En su nutrido bagaje ha publicado los libros de poesía Por diez años de sentimientos (1991), Arribando a la montaña (1993), Ofrendario (199), Yo soy el que soy –Esa íntima humanidad (2018). En el género testimonial ha publicado En un eclipse de sol – Ricardo Harex desaparecido (2010), Estado de coma – Testimonios de violencia de género en Magallanes (2015) e Historias de mujeres natalinas – Vidas esenciales (2017), junto a una gran cantidad de acciones creativas.

Más allá de todo esto conjunto de logros y quehaceres, Rina es una mujer inquieta y de un espíritu revolucionario. En su impronta es posible encontrar la valentía propia de quien va a la batalla y persiste, con un objetivo claro y preciso. En su charla rápida y profusa viaja en el tiempo, vuelve al presente y en ese tránsito mantiene presente el recuerdo de más de alguna mujer cuya luz ilumina el camino.

Actualmente la escritora Díaz, está desarrollando un trabajo personal literario que considera vital y que según relató a Tu aldea la enamoró desde el primer momento en que logró perfilar su existencia. En sus palabras: “Ahí, entre miles de ideas que tenía divagando por mi mente, cayó este tema sobre mis convicciones, como una tapia. Tuve la certeza absoluta de que era lo que tenía que hacer ahora. Es de un tremendo valor testimonial y de rescate, pues en él me adentro en la vida de mi madre desde septiembre de 2018, fecha en que falleció, usando la modalidad de relato conocido como In medias res, que en latín significa: hacia la mitad de las cosas, y que, dando una mirada global fue el estilo de narración que utilicé en la obra Eclipse de sol, Ricardo Harex Desaparecido. Este libro ya tiene título y lo comparto como primicia. Se llama Hija de mi madre, con una bajada o subtítulo: Escrituras peligrosas, indicó. 

            Quisimos indagar más en su historia como artista y surgieron algunas preguntas y respuestas que compartimos a continuación.

¿Cómo inició tu amor por las letras, Rina?

Rina de 9 años cuando empezó a escribir

            Hago este ejercicio, como pocas veces que me doy a alguna tarea, pues esta vez me procuro la calma y vuelvo entonces a buscar serenamente a la niñita flacuchenta, tímida y silenciosa que casi permanentemente vivía adosada a las paredes del interior del colegio de monjas en Puerto Natales, colegio María Mazzarello. Allí, a la edad de más o menos diez años me veo caminando muy cerquita de las paredes de, en aquellos años, un corredor que se insinuaba infinito para mí, y si tomamos en cuenta que cuando se es pequeño todo se ve infinito, grande, para mí era interminable. Yo era muy tímida, de una timidez vergonzosa; era frágil, insegura; casi tenía miedo de que se notara mi presencia. Imagínate, por allí aún guardo algún informe de evaluación de un curso donde una religiosa que fue mi profesora jefe, señalaba en el ítem Observaciones, algo así como: “Muy educada, señorita y tímida”. Hoy me pregunto si aquellos calificativos en verdad serían  atributos o consecuencias del miedo que yo sentía de ser identificada, “vista”.

Entonces allí, a esa edad nació mi gran descubrimiento de que no era necesario hablar, verbalmente, que no era necesario usar la voz para comunicarme, que mi timidez era casi bien vista y pues asumí que podía decir todo lo que callaba mi boca, podía decirlo a través de la palabra escrita y comencé en las contratapas de mis cuadernos, en las hojas finales a hacer anotaciones, prosas, de todo escribía, escribía… sin parar. Para más remate por aquel tiempo el primer libro que tuve, mío -de mi propiedad en casa-, fue un libro que una amiga pidió prestado en la pequeña biblioteca del colegio y yo, que ya había oído hablar de esa gran poetisa y escritora, cuando supe que mi amiga aún no había regresado el texto, se lo pedí… y hasta el día de hoy no me he acordado de devolverlo… Era un libro de poesías de Gabriela Mistral ¡Imagínate! Yo y mi timidez con un libro de Gabriela Mistral, toda mística ella, heroica, sufrida, desconocida para el amor…Creo que, ahora, que vuelvo la mirada a ese tiempo, Mistral se hizo en mi vida como una primera capa; todo lo que yo escribí, durante muchos, muchos años era sobre el dolor, un desarrollo de poesía mística o religiosa si se prefiere,  el abandono, la soledad, el desamor… y el preciado tema, hasta el día de hoy, recurrente en todos mis trabajos poéticos, el tema de la ¡maravillosa muerte!, fue aplastante para mí, pero a la vez, cómodo, me sentía representada… con esos temas inspiradores que no forzaban nada en mí. 

Durante muchos años quise ser “monjita”, más que eso yo siento que muchas de mis compañeras de esos años, no solo soñábamos con ser monjas sino que hasta con ser “santas”. Además, a la edad de diez años, en ese tiempo, cuando casi todo el profesorado era religioso; y el tema de los santos, las devociones, el rezo de los rosarios (que mantengo hasta el día de hoy) te hacen sentir casi predestinada. Era un ambiente tan lleno de fervor, de religiosas y de heroísmo porque esas monjas, ¡vaya que sí eran heroicas! Así comencé a amar la palabra escrita… se metió por todos los poros de mi piel…no pude huir de ella jamás; creo que finalmente comencé a escribir para existir, y a la vez para protegerme ¿de la vida, de la gente?, no lo sé… después de casi treinta años de trabajo ininterrumpido con las palabras sí, siento que las palabras me hicieron, me crearon… neutralizaron mis miedos íntimos sobre el existir.

Es muy interesante lo que señalas sobre la timidez, ya que muchos escritores y escritoras han reconocido este rasgo como parte de su carácter. Sin embargo, al ver tu trayectoria cuesta creer que hoy sigas siendo tímida. Cuéntame ¿cómo encontraste tu propia voz literaria?

Desde que entré a este mundo siempre tuve mucho apego por la escritura femenina, las mujeres, las historias de las monjas, de las santas, no sé…de la cosa mística, las luchas personales de tantas mujeres que conocí cuando era cabra chica y a través de escritos, fueron como anzuelo para mis inquietudes. Admiraba la inteligencia, la valentía de mujeres monjas rebeldes, apasionadas. Hoy día miro hacia atrás y pienso que esas mujeres que conocí cuando era tan chica en el Movimiento de Jóvenes Salesianos (MJS) del Colegio Fagnano en Puerto Natales, cuando nos preparaban para ser monitores de las Colonias Villa Feliz (…), cuando estábamos en esas jornadas, yo me escapaba a la biblioteca que estaba en el segundo o tercer piso. Una biblioteca llena de polvo que olía a esténcil y papel roneo y me perdía ahí leyendo. Me acuerdo que uno de los primeros libros que leí fue de la Santa Teresa de Jesús, la de Ávila. Una mujer adelantada a su tiempo, sabia, con tremendas fortalezas humanas y que tenía una visión muy aterrizada de la mujer. Siempre me acuerdo que después de que escribiera su autobiografía: “El castillo interior”, incluso fue perseguida por La Inquisición.

Ahora, más madura, creo que fueron años en que sin darme cuenta se empezó a gestar en mí, ese tema de la escritura femenina. Mis primeros libros eran sobre amor, desamor, temas maternales, muy ‘Gabriela Mistral’ para esas temáticas en realidad. Alguna vez me acuerdo que me pidieron de un jardín infantil que escribiera un libro de poesía paisajista para niños y fue tan forzado, pero tan forzado hacer esos versos que fue como si me los hubieran arrancado con fórceps y no es que no ame la naturaleza, la amo. Admiro la creación y me sorprendo cada día con todo lo creado, pero no sé ponerlo en signos gráficos.

Ahora que estoy por cumplir 30 años en este camino (el 1991 publiqué mi primer libro) capaz que estoy empezando a encontrar eso que se llama la voz literaria. Creo que la he hallado a raíz del dolor de las mujeres, de las injusticias que he visto a diario, del abuso de poder, de esos dolores que a todos nos deberían salpicar. Creo que sin saber, a lo largo de todos estos años –que fueron muchos- me estuve nutriendo del tema social de la mujer. Ahora que una va teniendo más años, te vas dando cuenta que no solamente te discriminan por ser mujer, sino que también por edad. Un tema que recién se empieza acuñar como “El edadismo” y que solamente nos afecta a nosotras, porque los hombres cuando empiezan a pintar canas se ven interesantes –según la sociedad-, atractivos. Una mujer en canas a ningún hombre le parece atractiva, es muy raro. Entonces, el tema de la mujer es como una necesidad en mí. Siento que tengo mucho que decir respecto a eso.

Además de Gabriela Mistral, ¿qué otras figuras de la literatura han marcado tu trabajo o han influido en tu camino creativo?

Rina Díaz junto a Verónica Zondek y Maha Vial en el Taller literario para el Encuentro de los 100 de Gabriela Mistral en Punta Arenas, realizado para internas del Centro de Detención

A mí me llenaron mucho las lecturas de los salmos o las Liturgias de las Horas, que son alabanzas que en distintos momentos del día realizan las religiosas y los curas a Dios. Son cantos poéticos preciosos, unos versos maravillosos de exaltaciones de amor. Piensa tú que yo viví como seis años con las monjas y participaba de todos esos momentos.

Otra de las figuras de influencia fue Matilde Ladrón de Guevara, que escribió un libro magnífico que se llama Mi patria fue tu música, que relata una relación de amor que tuvo ella con un pianista. Luego está Virginia Wolf, con su libro Las olas, que lo he leído varias veces, porque es bien complicado de comprender, pero que es un libro maravilloso.

Actuales o contemporáneas, me gusta mucho la Rosa Montero, que es una mujer muy grande y simple a la vez. Es tremenda escritora. Luego también Gioconda Belli, que fue parte del Frente Sandinista de Liberación Nacional en Nicaragua. Es muy actual, muy feminista y la mueve mucho el tema de las injusticias sociales. Una chilena con la que no se ha hecho ningún tipo de justicia, Teresa Wilms Montt, que vivió en carne propia lo que fue una sociedad machista, patriarcal y muy injusta.

Mis aficiones literarias son bastante variadas, porque a mí me gusta todo. Soy súper inquieta, entonces también me gusta mucho Julieta Kirkwood, que fue una de las fundadoras del feminismo de los ochentas, la Sonia Montecinos que es antropóloga y que tiene también mucha escritura sobre mujeres y sobre la problemática del machismo en Chile.

Como poetas, Pablo de Rokha, que es muy actual siempre, también con el tema social. Otro que admiro es Víctor Domingo Silva que me enamoró con su obra Golondrina de invierno. Esas han sido, a groso modo mis influencias literarias o las más marcadas, porque como te digo, he leído mucho. Felizmente tengo una biblioteca muy nutrida. Debo tener unos quinientos textos, entonces tengo mucho material que ni siquiera he empezado a leer.

En base a lo que comentas de la realidad que vivimos las mujeres ¿Qué rol cumple una escritora, una mujer de las letras en el Chile de hoy?

Rina Díaz trabajando

Un elemento que me parece súper importante es trabajar por conectar las distintas esferas de la sociedad con la realidad que enfrentamos las mujeres en estos tiempos; “la realidad real”, parafraseando a Nicanor Parra; conectar a la sociedad con esta mujer que emerge con un arrojo impensado desde ese laberinto oscuro y casi invisible, donde ha transcurrido nuestra existencia durante siglos. Esta mujer que hoy desea cohabitar una comunidad más justa, equilibrada y más amable, porque simplemente esta mujer nueva se cansó de ser la víctima de violencia de género, de violencia intrafamiliar, se cansó de ese tratamiento casi estúpido y paternalista y esa actitud discriminatoria que la sociedad le ha dirigido a ella y a los grupos más vulnerables.

Desde que medianamente comencé a vislumbrar el poder que tenía la palabra y todo lo que ella te permite, me hizo mucho sentido la idea de que el artista tiene el deber de reflejar la realidad del mundo en que habita, tiene que hacerlo responsablemente, pero tiene que mostrar todo eso que la sociedad maquilla, que embetuna, lo que se acomoda. En los tiempos que vivimos, incluido el Covid, yo pienso que nadie está de acuerdo con esta sociedad que habitamos, con tanta injusticia, con todo lo que ocurre a nuestro alrededor.

La mujer hoy día pide un cambio de roles, que evidentemente nos tiene que llevar a construir una nueva forma de vivir, una sociedad que sea más sana desde el interior. La pandemia ha sido terriblemente injusta con las mujeres, ha sido sanguinaria. Ahí tienes a las maestras, yo siempre me pregunto si alguien se detiene a pensar en cuántas jornadas de trabajo reparte el día, una maestra. Es brutal. Enfrenta como cuatro jornadas diarias de trabajo y si bien una parte del colectivo masculino ha entendido que los roles dentro y fuera del hogar tienen que ser compartidos, son los menos. Yo lo digo con conocimiento de causa.

Con el Covid a las mujeres se les triplicó la carga y si tú le sumas el desgaste emocional, las angustias, los miedos…o sea, hay que crear conciencia, llamar a abrir los ojos. A eso contribuye la mujer que escribe. Usa las tribunas que le son permitidas y habla de estos temas, porque hay que hacerlo, hay que enfocarlo de frente, así tú te eches medio pueblo encima, porque últimamente te demonizan llamándote feminista, por favor, si solo se reclama equidad, un trato más humano.

El feminismo es un movimiento social, político, universal que originó, casi, yo diría con la misma historia de la humanidad. Tenemos que trabajar por reconstruir lo masculino, pero no al hombre, sino esos conceptos patriarcales de competitividad, de autoritarismo, ese ególatra sentido de superioridad que tienen algunos hombres. No se trata de deconstruir los cuerpos, sino los conceptos que nos han instalado desde la cuna. Yo considero que este hablar de la realidad de la mujer, que pase por mí la palabra de la mujer que no tiene tribuna o no posee el mecanismo para hacerse escuchar, es aportar con un granito de arena a que nuestra sociedad sea un poco más justa o que empiece a actuar, en el sentido de mover esos cánones establecidos en forma arcaica y que la mujer tenga el valor, la posibilidad de plantarse frente al varón como una igual desde sus capacidades. Sí, la palabra sirve para eso y para un montón de cosas más.

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José concha santos

Rina, espero no equivocarme, Usted fue mi vecina en los huertos familiares. Creo haberle vendido una vaquita y que cuidaba su papá.
De ser así que grato poder saludarte.

Rina Díaz Jiménez

¡Guau!, don José, qué emocionante. No se equivoca; sí, mi papi más lindo que hizo realidad todos sus sueños y nos grabó en el alma no rendirnos nunca. Claro que me acuerdo de mi ternerita; aún conservo incluso algunas fotografías de ella… fue un tiempo tan bello; gracias por el recuerdo; la memoria siempre es gratificante, aunque nos inundemos de nostalgia. Un abrazo, y que esté muy bien, gracias don José.

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