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Medio Ambiente y Cambio Climático en Magallanes: de la preocupación a la acción.

Magallanes, esta región al sur del sur donde nace y muere la tierra, es un territorio excepcional en cuanto a la biodiversidad que lo compone. Aquí se encuentran los bosques más australes del mundo, ¡inclusive el árbol más meridional!, un coigüe de Magallanes en Cabo de Hornos. En la región hay más de 2 millones de hectáreas de turberas, humedales que actúan como reservorios de agua y que almacenan grandes cantidades de metano y carbono. Es decir, formaciones clave para la vida.  En sus aguas encontramos la mayor diversidad específica de mamíferos marinos del país, entre ellas, algunas especies endémicas como el delfín chileno. Sobrevuelan sus cielos más de doscientas especies de aves. Una de ellas es el emblemático cóndor, que tiene en cerro Palomares, en la comuna de Río Verde, uno de los posaderos más importantes de Sudamérica. Otra es el halcón peregrino, ave que ostenta el título de ser la más rápida del mundo. Por último, hasta las costas de Magallanes llegan año a año los playeros árticos, una especie que vuela 30.000 kilómetros anuales en su ruta migratoria entre el ártico canadiense y Bahía Lomas en Tierra del Fuego. 

El listado de características únicas e invaluables de la biodiversidad de Magallanes podría extenderse por páginas y páginas. Es hábitat de especies amenazadas como el abejorro nativo y el huemul, y de insectos misteriosos como el dragón de la Patagonia, ¡que pasa todo su ciclo de vida en el hielo! La relevancia de los ecosistemas de esta región ha resultado en tener cerca de un 60% de su superficie terrestre protegida por el Sistema Nacional de Áreas Silvestres Protegidas del Estado, además de una serie de iniciativas de conservación privadas, como el Parque Karukinka, y otras figuras de conservación. En sus aguas podemos encontrar distintas zonas protegidas. Por ejemplo, el primer Parque Marino creado en Chile: el Parque Marino Francisco Coloane, el área de mayor importancia para la alimentación de la ballena jorobada en aguas interiores del país; y Seno Almirantazgo, la primer Área Marina Protegida en Tierra del Fuego. 

Sin embargo, la biodiversidad de Magallanes, y con ello la calidad de vida de su población, se encuentra fuertemente amenazada por distintas acciones humanas. Algunas con un impacto profundo y progresivo, que avanza de forma casi imperceptible, como el cambio climático, y otras de impacto grave e inmediato como la minería de carbón. Ambas amenazas se encuentran fuertemente vinculadas, y sin embargo, en la región aún parecieran ser discusiones disociadas. 

Una encuesta realizada durante el 2020 por investigadores e investigadoras del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR)2 a habitantes de Punta Arenas, muestra que más del 95% de la población reconoce que el Cambio Climático se debe total o parcialmente a la actividad humana. Las personas encuestadas reconocen estar sufriendo desde ya los efectos del Cambio Climático, con un 87% afirmando que durante los últimos cinco años este fenómeno ha impactado negativamente su vida o la de su familia. Las cifras de la encuesta continúan reafirmando la idea de que vivimos en una comunidad muy consciente de los impactos del Cambio Climático y de las necesidades de tomar acción. De hecho, un 86% se muestra preocupado por el Cambio Climático. Si nos basamos en la encuesta para vislumbrar futuros posibles que permitan enfrentar esta crisis desde Magallanes, los resultados son auspiciosos: un 73% está de acuerdo o muy de acuerdo con que emprender acciones para enfrentar el Cambio Climático es un deber moral, un 54,5% considera que al momento de tomar una decisión que pueda afectar al medio ambiente de la región, lo más importante es que no se generen daños irreversibles sobre él, y respecto a los deberes del Estado, un 52,5% considera que su  principal deber es promover el desarrollo sustentable del país, mientras que un 23,3% indica que este corresponde a garantizar un medio ambiente sano para las generaciones futuras. Como si esto fuera poco, un 97% afirma que si un producto dañara el medio ambiente, dejaría de comprarlo. En suma, la ciudadanía sabe que para evitar agravar los impactos del Cambio Climático se deben tomar acciones; identifica que estos impactos amenazan a la biodiversidad de la región; y la mayoría se muestra dispuesta y comprometida a emprender dichas acciones. 

En paralelo, Magallanes guarda a sus pies una de sus peores amenazas. La región cuenta con la reserva de carbón más grande de Chile y una de las más grandes de Sudamérica. Se estima que la cuenca tiene más de 5.000 millones de toneladas de carbón, el combustible fósil que más contribuye al Cambio Climático. Según el Informe de Estado Global de Energía y CO2 2019, publicado por la Agencia Internacional de Energía, el CO2 emitido por la combustión de carbón es responsable de más de 0,3 °C del aumento del 1 °C que han tenido las temperaturas desde los niveles preindustriales. Es decir, por sí solo el carbón es la mayor fuente de aumento de la temperatura global. Por su parte, el Atlas del Carbón publicado en diciembre de este año, indica que para el 2014 la quema de carbón fue responsable de un 44% de todas las  emisiones de CO2   vinculadas al sector energético y de más de un cuarto de todas las emisiones de Gases de Efecto Invernadero a nivel mundial. 

A pesar de ello, durante la última década, autoridades y empresas propusieron hacer de Magallanes un polo extractivo de carbón para la generación energética. Un claro ejemplo es el caso de Mina Invierno, la mina a cielo abierto de carbón más grande que ha existido en la historia de nuestro país. Un proyecto de las familias Angelini y Von Appen, que buscaba extraer 72 millones de toneladas de carbón para venderlas a termoeléctricas de Chile y del extranjero. Este proyecto, impulsado por el Estado gracias a sus licitaciones para extraer carbón, era el primero de una empresa aún mayor: cinco minas de carbón a cielo abierto en Isla Riesco, con la capacidad de extraer 240 millones de toneladas de este mineral. Solo con Mina Invierno operando, Magallanes se convirtió en la principal explotadora de carbón de Chile, con un 95% de la producción nacional. 

Mina Invierno comenzó así una cadena de contaminación -y una cadena de lo absurdo-: poner más carbón a disposición del mercado nacional e internacional, al tiempo que las demandas para enfrentar el Cambio Climático iban en el sentido contrario. La cadena tuvo su inicio en Isla Riesco con un impacto directo a la biodiversidad. 1.500 hectáreas arrasadas entre el rajo y los botaderos, la tala de cientos de hectáreas de bosque nativo, el drenaje de una laguna y la contaminación con carbón de chorrillos, costa y mar, son algunos ejemplos. Estos daños terminaron con 20 cargos levantados por la Superintendencia del Medio Ambiente, que dan cuenta de la gravedad del asunto. La cadena continuó con la quema de este carbón, que en Chile se hacía en las llamadas Zonas de Sacrificio. Lugares donde se ha priorizado la industrialización por sobre la salud y la vida de las personas, y que han terminado con pobladores que presentan uno de los índices más altos de morbilidad y mortalidad en el país, con al menos 17 derechos de niñas, niños y adolescentes vulnerados, y con la Corte Suprema ratificando que allí transgreden los derechos garantizados por la Constitución. Como último eslabón de la cadena, estuvo el impalpable Cambio Climático, puesto que desde Magallanes seguíamos profundizando en un sistema de desarrollo basado en los combustibles fósiles, responsable directo de la Crisis Climática que enfrentamos hoy. 

Pero Mina Invierno no es un caso aislado. En los últimos 10 años las iniciativas asociadas al carbón han florecido en Magalles, y hemos leído titulares que llamaron este ciclo “La revancha del Carbón”. El año 2015, Minera Chabunco, propiedad de la empresa Ingeniería Civil Vicente (ICV), intentó explotar una mina de carbón a rajo abierto a solo 12 kilómetros de Puerto Natales. Afortunadamente el proyecto no fue aprobado por el Servicio de Evaluación Ambiental, porque carecía de información esencial para ser evaluado. El 2016, nuevamente ICV apostó por el carbón, esta vez con un proyecto de gasificación de 1,3 millones toneladas al año de carbón en las cercanías de Punta Arenas, lo que hubiese implicado reactivar la mina a cielo abierto, Pecket, y comprar a otros proveedores. En paralelo, desde el 2014, Mina Invierno busca incorporar el uso de tronaduras en sus faenas, con el objetivo de extraer más carbón a menor costo para la empresa. Esta última iniciativa está por resolverse en la Corte Suprema el 2021, mientras la empresa ha anunciado su cierre por motivos económicos.

Lo llamativo de este escenario, es que a pesar de las declaraciones sobre preocupación ambiental y compromisos éticos para tomar acciones frente al Cambio Climático, la reacción de la ciudadanía frente a estas iniciativas fue bastante más dividida que los datos que muestra la encuesta. Un porcentaje importante de la población defendió durante años la explotación de carbón en Magallanes como un eje de desarrollo. Podemos citar a autoridades nacionales, como quien fuera Vicepresidente de Corfo el 2015, Eduardo Bitrán, que afirmó que “existen actualmente movimientos anticombustibles fósiles y ante ello la Región  de Magallanes tiene que ser cuidadosa, (…) pero no se pueden traer acá visiones más fundamentalistas en esta materia, porque le generarían un grandísimo daño al desarrollo de la región”; también aautoridades regionales como Alejandro Kusanovic, hasta hace poco Presidente del Consejo Regional de Magallanes, que en 2019 indicó que quienes se oponían al uso de explosivos en la minería del carbón eran anti-patrióticos; y a medios de comunicación regionales, como El Pingüino, que en su editorial de julio de 2019 tildó la oposición a la minería del carbón como  fanatismo ecológico que a ratos raya en el neoterrorismo. Pero también un porcentaje importante de ciudadanos y ciudadanas, que desde distintos espacios como redes sociales, columnas de opinión y marchas en las calles, clamaron por mantener la minería del carbón en Magallanes como eje de desarrollo. Y no solo eso, si no que reclamaron con ímpetu la aprobación del uso de explosivos para incrementar la producción de carbón. Es más, este año ¡sí, en pleno 2020! uno de los pre-candidatos a Gobernador para Magallanes tenía entre sus propuestas la gasificación de carbón. 

La encuesta sobre Cambio Climático del (CR)2 muestra que el 45,8% de la población considera que lo que se verá más afectado en su vida por este fenómeno es el entorno natural. Sí, la misma biodiversidad excepcional que caracteriza a Magallanes, a su gente y a su historia. Entonces, ¿cuál es la brecha que existe entre la manifiesta preocupación ciudadana por el medio ambiente y el Cambio Climático, y hacer efectivamente los cambios en el modelo de desarrollo que nos ancla a él? Probablemente muchas, como la falta de información y sensibilización; la ausencia de políticas y planes de desarrollo que impulsen nuevas economías realmente sostenibles; y la aparente dicotomía entre resolver los riesgos inmediatos –como la empleabilidad- y los de largo plazo –como los efectos del Cambio Climático-. Quizás sea la dificultad de imaginar que existen realmente otras formas de vivir y por las que vale la pena arriesgarse. 

Si es cierto que la mayoría de nosotros y nosotras consideramos un deber ético hacerle frente a la Crisis Climática y proteger el medio ambiente, entonces el presente podría ser más alentador de lo que hemos visto hasta ahora. Puede ser que paulatinamente seamos muchas más personas las que alcemos la voz para construir una región coherente con la responsabilidad de enfrentar uno de los mayores desafíos actuales: el Cambio Climático. Quizás hoy es el momento en que podemos pasar de la preocupación a la acción, construyendo cambios de forma colectiva, empática y justa. Es posible que hoy, y desde esta privilegiada región del planeta, podamos avanzar con justicia  intergeneracional, inter-especies e interterritorial, y así vivir con responsabilidad respecto de los territorios, culturas y millones de otras vidas  con las que cohabitamos este planeta.

Gabriela Simonetti-Grez
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Defensora ambiental de Alerta Isla Riesco, fundadora y directora ejecutiva de Asociación Kauyeken y coordinadora de SCAC Magallanes

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