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Ana Antillanca, una mapuche que defiende el planeta en Mahahual

Ana del Pilar Antillanca Oliva tiene 37 años y es oriunda de Valdivia, Chile, pero hace  más de una década vive en Mahahual, México. Su apellido Antillanca, significa Joya del Sol en mapudungun y ella se identifica profundamente con el sentido de la cosmovisión de su pueblo originario, en tanto expresa: “Somos gente de la tierra y vivimos en convicción con ella”. En conversación con Tu Aldea, explicó cómo fue que llegó tan lejos de su tierra natal y los pasos que la llevaron a encontrar su misión en la vida: el cuidado del planeta.

Ana Antillanca

Desde que terminó su carrera Ingeniería en Administración de Empresas, mención Marketing, en INACAP, sabía que tendría la libertad de viajar. Trabajó unos meses y el 04 de mayo, que es la fecha de su cumpleaños se auto-regaló un boleto de avión para conocer tierras mexicanas. En ese momento pensaba que era un viaje más, pero llegando a destino se enamoró de todo, de los colores, la comida, la gente, las tradiciones y la magia. 

Para esta mujer que dice provenir de “un pueblo pequeño” llegar a Ciudad de México fue todo un viaje, la cultura y los museos de Frida Kahlo la encantaron. Estuvo ocho meses transitando por localidades ubicadas en la costa del Pacífico como Oaxaca, Zipolite, Mazunte y Puerto Escondido, sentía que eso la conectaba con su terruño. Transcurrido ese tiempo pensó que antes de regresar debía conocer El Caribe, entonces decidió “moverse” a Cancún y luego visitó Playa del Carmen, Isla Mujeres y Tulum, pero en ninguno de esos lugares sintió ganas de quedarse. 

En esa época vivía con Pablo, un amigo que trabajaba en marketing. Cuando estaba definiendo si era bueno volver a Chile, él la invitó a Mahahual. La noche anterior, Ana buscó información de esa localidad en internet pero sólo se encontró con avisos de ventas de lotes y le pareció extraño, pero siguió adelante. Al llegar, había un faro y al contemplar el océano de un azul muy intenso le dijo a su amigo: “Aquí me quiero quedar, aquí quiero vivir”. Él la miró asombrado y le dijo: “Tú estás loca. Aquí no hay nada”, pero Ana ya se había conectado profundamente con el lugar y consigo misma. 

Tras recordar este momento, hace una pausa y señala: “Y bueno, obviamente aquí conocí también a mi compañero, amor y maestro de mi vida, Evan Mckenzie, y ya llevamos catorce años en este viaje, en este paraíso donde hemos elegido vivir”.

Me emocionó mucho escuchar esta historia y le hice más preguntas…

Y en ese viaje personal ¿Cuándo despierta la consciencia del cuidado ambiental?

“Siempre me he sentido muy conectada con la naturaleza. Desde niña siempre anduve arriba de los árboles y siempre que decidí viajar, buscaba paisajes verdes, belleza, lo auténtico ¿no? Y esto, igual, gracias a mis padres que nos llevaban de vacaciones a lugares preciosos. Entonces cuando llegué a Mahahual, después de Semana Santa, pasaron cuatro meses de mi estadía aquí y pega el Huracán Dean (agosto, 2007), que entró con categoría 5, de una destrucción masiva, tanto de infraestructura como de naturaleza, es decir, la devastación total. 

Desde ahí me quedó claro que nosotros a veces pensamos que somos ‘súper chingones’, como decimos en México, más bien lo piensa el ego y después te das cuenta que no eres nada, que somos seres súper vulnerables, que somos una parte chiquitita de este universo y que finalmente la madre naturaleza lo es todo. Es la verdad, es la esencia, es quien decide. Lo que sucedió me invitó a un viaje interior muy hondo, porque a pesar de que llevaba muy poquito en la comunidad, mi compromiso era grande, al punto de sentir que este era el lugar donde yo quería vivir. Con Evan, mi compañero, nos quedamos y participamos en las limpiezas, colaboramos en la organización de ayudas internacionales que llegaron para gente aislada. 

Somos parte del todo, no estamos solos. Somos un solo ecosistema, no estamos separados. Generalmente creemos que necesitamos muchas cosas como seres humanos, pero en ocasiones así, como un huracán, todas esas cosas se convierten en basura, en cosas inservibles. Fueron momentos de muchísimo aprendizaje y desde ese día en adelante mi vida cambió, porque yo decidí quedarme aquí, a vivir con lo mínimo. El tiempo para mí era el tiempo para todos, era pasar todo el día limpiando zonas, dando despensa, buscando gente aislada. 

En ese momento también se valoró mucho la existencia de las palmas (palmeras), porque en El Caribe hay mucho sol y el huracán lo devastó todo, entonces andábamos poniendo mantas para protegernos y todos decíamos: ‘Que daría hoy por un poco de sombra’. Entonces mi momento de conexión más alta con la madre naturaleza fue ese. Recuerdo días en que estaba limpiando y me decía a mí misma: ‘¿Por qué estoy aquí?’  Y mis papás me decían: ‘¿Por qué no sigues viajando, por qué no regresas, por qué no sales de ahí?’ Pero era lo que yo quería experimentar. Fue un tiempo de mucha fortaleza y también confusión, pero logramos salir adelante”.

Casi un apostolado…También una inspiración. Ana, cuéntame ahora cómo surge la idea del “Menos Plástico”.

“Voy a retroceder un poco. Después del huracán Dean, me prometí a mí misma que sin mediar en lo que decidiera trabajar, una de las cosas que siempre iba a tratar de hacer y observar era hacer algo por la tierra, por el mar, por el ecosistema donde elegí vivir. Comencé a ahondar en el tema del reciclaje, daba talleres a niños y luego me fui dando cuenta de cómo el reciclaje es prolongar la etapa de algo, pero luego va a terminar en el vertedero o en un basurero. Así también fui realizando trabajo con mujeres y con Evan, decidimos crear un hotel, uniendo lo cotidiano con la conciencia ambiental. Entonces, llegó un punto en que la comunidad me pidió que por qué no creaba algo para todos, para la familia, niños, mujeres, hombres. La verdad, en ese entonces no me sentía tan segura porque, si bien me encanta trabajar con el mundo infantil sé que los adultos a veces estamos un poco más cerrados, entonces no sabía qué proponer.

Llegó un momento en que sentí que la comunidad estaba lista. Entonces como trabajamos con voluntarios vía Workaway, Anca Dudau, una de las voluntarias originaria de Rumania, que trabaja en comunicaciones me dijo: ‘Ana, ya tengo el nombre, a ver si te gusta: MENOS PLÁSTICO ES FANTÁSTICO’ y la verdad me encantó, aunque no teníamos muy claro cómo lo íbamos a hacer. Sabíamos que había una necesidad de unirnos como comunidad, que estábamos listos, sabíamos que teníamos un problema local, porque llega basura que navega por el océano hasta las costas del Caribe y tomamos esto como una oportunidad de hacernos todos responsables y generar un cambio en conjunto.

Comenzamos a organizar reuniones semanales donde participaban personas representantes de restoranes, tiendas de buceo, parque acuático, un estudiante de primaria, adolescentes, en suma una gran variedad de voces que se escuchaban unas a otras para llegar a sus propias conclusiones, estableciendo líneas de acción. Así nació el proyecto y luego fue creciendo. Lo más importante es que se ha trabajo la problemática bajo una visión de oportunidad y de todo lo que se puede transformar con una comunidad organizada y despierta”.

¿Cuál es el objetivo del proyecto MENOS PLÁSTICO ES FANTÁSTICO y qué actividades comprende?

“Reducir el consumo de plástico en la vida cotidiana, versus el estilo de vida que propende a un afán de comprar, por la falta de tiempo. El proyecto considera actividades escolares mensuales, limpiezas costeras, eventos mensuales, talleres gratuitos para la comunidad, un proyecto de Anidación de tortugas marinas libre de plásticos en Punta Herradura”. 

 

¿Cuál ha sido el impacto positivo y cuáles son los desafíos actuales?

“Hoy podemos decir que existe mayor conciencia ambiental en la comunidad, hemos logrado un considerable aumento de anidación de tortugas marinas, la recaudación de más de nueve mil toneladas de basura, se reincorporaron antiguas tradiciones ancestrales amigables con el ambiente. 

En cuanto a los desafíos, este año hemos recolectado ¡tanta basura! Y como no la hemos llevado al vertedero el reto es pensar en cómo convertir estos residuos en algo útil y todavía estamos en ese proceso. Creamos una línea de joyas diseñadas con los restos de plásticos más coloridos que encontramos. Hicimos la compra de una trituradora y una inyectora y ahora estamos trabajando. El gol final es crear obras de arte con todo esto”.

Para conocer más de este proyecto, es posible visitar sus siguientes redes de contacto:

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