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La esperanza de un nuevo camino

Amanece en Chile al otro día de la elección más importante de las últimas décadas en nuestro país. Una que ha reconfigurado su mapa político y que influirá en el transcurso futuro de nuestras vidas. Cuando ya terminaron los despachos desde los centros de votación y dejamos de escuchar lugares comunes como «cumplir el Deber Cívico» o «la Fiesta de la Democracia», es bueno recordar cómo llegamos a este punto y reflexionar sobre lo que ahora esto significa.

Chile es gobernado desde hace dos siglos por una élite de rentistas, descendientes y herederos de latifundistas que se han disfrazado de «emprendedores». Que predican el libre mercado pero que en realidad practican el más feroz de los oligopolios. Que cada cierto tiempo, cuando las mayorías comenzaban a organizarse y resultarles molestas, las aplastaban usando primero a sus empleados y medios de comunicación. Y cuando ya se sentían perdiendo el control, a las Fuerzas Armadas. Un extenso ciclo de golpes de estado, masacres de trabajadores y de pueblos originarios, violaciones a los Derechos Humanos y asesinatos políticos son el rastro que ha dejado el actuar de un puñado de familias y sus esbirros a lo largo de nuestra historia y geografía.

En 2019 este volcán dormido volvió a explotar, detonado por quienes fueron los primeros en cuestionar el modelo postdictadura: los Estudiantes Secundarios. Su protesta no fue solo por un alza en los pasajes del metro. Ellos son la generación que ha visto a sus abuelos ganar pensiones miserables y a sus padres dejar su vida en empleos precarios, teniendo que endeudarse para usar servicios que alguna vez fueron derechos. Vieron su futuro y decidieron rebelarse. Y a diferencia de otras ocasiones, esta vez la gran mayoría de este país los siguió, repletando las calles y haciendo sentir su voz. Fuimos millones y eso nadie lo puede negar. La respuesta de la élite, que tiene aún a uno de los suyos en el Palacio de la Moneda, fue feroz. Asesinados a balazos, mutilados oculares, personas con daño neurológico, abusos sexuales, cadáveres que aparecieron quemados y baleados en circunstancias aún no aclaradas, es el pavoroso saldo que consignan cuatro informes de organizaciones internacionales de Derechos Humanos. Y cientos de compatriotas aún siguen presos, gracias al uso abusivo de la prisión preventiva y en muchos casos en base a pruebas falsas. Esto en contraste con la impunidad de la que aún gozan los uniformados involucrados en delitos de lesa humanidad.

Cuando el Presidente Sebastián Piñera se encontraba a la deriva, sin el apoyo decidido del Ejército para salir nuevamente a matar y enfrentando críticas de su propio sector, la Clase Política (o el llamado «Partido del Orden») le dio una salida. Una que le permitió seguir en el poder a cambio de ceder en una demanda fundamental. A esto se le llamó «Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución» y en él las organizaciones de la sociedad civil chilena no tuvieron voz ni voto. Así las cosas, no habría una Asamblea Constituyente, soberana y libre de fijar sus propias competencias, sino una Convención Constituyente, con pautas y atribuciones fijadas por la misma institucionalidad cuestionada por la ciudadanía. Que si bien será paritaria (aspecto sin duda muy destacado a nivel internacional), también incluiría a los Pueblos Originarios de una forma que nunca fue consensuada con ellos y dejó afuera a los Afrodescendientes. Por reglamento no tendría la libertad para debatir y derogar los Tratados de Libre Comercio ya suscritos, una de las piedras angulares del Neoliberalismo en crisis en Chile. Y además, la Derecha impidió que un millón de compatriotas residentes en el exterior votaran por constituyentes. El “Acuerdo por la Paz y Nueva Constitución” fue duramente criticado por amplios sectores y motivó la retirada de militantes del Frente Amplio, con el subsiguiente retiro de algunos partidos de la coalición. El Gobierno siguió perpetrando violaciones a los Derechos Humanos y los partidos de Oposición siguieron votando proyectos del Gobierno, adoptando una postura pasiva que alejaría a militantes y muchos de sus habituales votantes, que terminarían optando por candidaturas independientes. Porque la puerta ya había quedado entreabierta para ello.

En las últimas semanas vimos, en uno de los espectáculos políticos más vergonzosos que se recuerden en este país, a quienes buscaron impedir el Proceso Constituyente postularse para ser parte de él. Más bien para entrabarlo y sabotearlo por dentro, para salvaguardar los intereses de quienes financiaron generosamente sus campañas. Los mismos que nos llamaron «delincuentes» por salir a marchar o compartir imágenes de lo que estaba sucediendo. Y que hicieron todo lo posible por llenar de peones la Convención Constitucional. A esto se sumó como factor la Pandemia, que le permitió al Gobierno seguir manteniendo el control social mediante militares en las calles. Y la torpeza y desconexión de la élite gobernante, que quedó patente sobre todo por la porfía del Gobierno en negar el acceso al 10% de los ahorros previsionales, provocó una irritación que terminó de expresarse en las urnas.

                  Durante la segunda jornada de votaciones cundió la preocupación por la baja participación y las redes sociales y medios de comunicación se llenaron de llamados desesperados para ir a votar, especialmente dirigidos a los más jóvenes. Y también de denuncias, como la de la masiva falta de locomoción en muchas comunas del país y de los obstáculos que se le pusieron a votantes del padrón indígena, que incluyeron exigencias indebidas de certificados de la CONADI e incluso la ausencia de candidaturas en las papeletas.

                  Pero ocurrió lo que lo que ningún analista ni veterano de los partidos tradicionales anticipó: en la elección de constituyentes se registró un gran respaldo a candidaturas independientes, así como de la Lista del Pueblo (movimientos sociales) y la lista Apruebo Dignidad (Partido Comunista y Frente Amplio). En contraste, Vamos por Chile solo obtuvo 38 escaños, lejos de los 54 que necesitaba para hacer valer su tercio y así vetar artículos del nuevo texto Constitucional. La ex Nueva Mayoría obtuvo resultados muy por debajo de lo esperado y la Democracia Cristiana, que fue alguna vez una gran potencia electoral, solo obtuvo un puesto. Los escaños de los Pueblos Originarios fueron obtenidos por destacadas mujeres como la Machi Francisca Linconao y Natividad Llanquileo, dejando fuera a las candidaturas financiadas por el empresariado. En Magallanes fueron elegidos como constituyentes el independiente regionalista Mauricio Daza (ligado a la familia Bianchi), Rodrigo Álvarez (UDI) y la activista feminista e investigadora de la UMAG Elisa Giustinianovich, independiente apoyada por la lista Coordinadora Social de Magallanes. En resumen, los grandes derrotados fueron los partidos tradicionales, que tenían como meta copar la Convención Constitucional y que ven como ahora tendrán que adaptarse a la presencia de gran cantidad de constituyentes que no obedecen a agenda partidaria alguna, pero que sin embargo tendrán su propia predisposición hacia un lado u otro del espectro político. Ellos serán un botín codiciado y claramente hay independientes que tienen vínculos con el Gran  Empresariado. Pero todo indica que la composición de esta convención será, aunque sea por poco margen, de mayoría antineoliberal. Y eso abre la puerta hacia una Constitución verdaderamente nueva. Solo cabe esperar que este no sea un proceso “gatopardista” o de maquillaje de un marco institucional que la ciudadanía ha exigido cambiar, tanto en las calles como en las urnas.

                  En cuanto a elección de autoridades regionales y comunales, un vistazo general permite ver una gran derrota para la Derecha, que pierde alcaldías emblemáticas. Los municipios de Santiago, Maipú, Viña del Mar y Valdivia, entre otros, serán gobernados por militantes del Partido Comunista y el Frente Amplio, mientras que en Valparaíso ha sido reelegido Jorge Sharp. Destaca la elección como gobernador de la Región de Valparaíso de un luchador por el derecho al Agua como lo es Rodrigo Mundaca, quién fue amenazado de muerte por su valiente lucha contra la acción de los empresarios palteros en el valle de Petorca.

En Magallanes el municipio de Puerto Natales, tras la era de Fernando Paredes (UDI), será gobernado por la independiente Antonieta Oyarzo. En Punta Arenas fue reelegido el oficialista Claudio Radonich (RN), no por haber aumentado significativamente su votación, sino por la incapacidad de la Oposición de consensuar una candidatura única. La candidatura del concejal del Frente Amplio Arturo Díaz no pudo subsanar la importante merma de votos opositores captados por la candidatura del independiente Luis Legaza, quien se restó de las primarias celebradas para escoger un candidato único de la Oposición y optó por un camino propio. Independiente de lo anterior, tenemos ahora la extraña situación de un municipio de derecha en medio de un país que le ha dado mayoritariamente la espalda a esa opción política. A mi modo de ver, esto lo transformará en una suerte de reliquia de una época que rápidamente se extingue, en una isla en medio de un mar con nuevas especies y colores. Por los resultados de la elección de concejales y la composición que tendrá el nuevo Concejo Municipal, se puede inferir que su dinámica será similar al del periodo anterior, pero sumándole un lógico desgaste de la figura alcaldicia y el ímpetu de algunos de los nuevos concejales. Como se relacionará Claudio Radonich con el electo Gobernador Regional Jorge Flies, que obtuvo una contundente votación, aún es una incógnita y muy posiblemente estará lejos de la colaboración que podría haberse articulado con Arturo Díaz como alcalde de Punta Arenas.

Hoy prendemos el televisor y vemos el estupor de quienes creían que las cosas iban a seguir más o menos igual. Se empieza a escuchar con insistencia expresiones como “Chilezuela” y se informa de la caída de la Bolsa de Santiago, tal como sucedió tras el triunfo del NO en 1988 y el del APRUEBO en 2020. El Gobierno hoy se ha visto reducido a una especie de conserje de un edificio remodelado, que no conoce ni controla. Y como telón de fondo, una Pandemia que sigue cobrando vidas de compatriotas. Pero a diferencia de hace unas horas, hoy ya hay un camino a seguir. Uno que surgió de una instancia cuestionable en su concepción y en algunos de sus aspectos sustanciales, pero que igualmente debía ser aprovechada, para que tanto sufrimiento de quienes reclamaron lo justo y recibieron castigo por ello no fuera en vano.

Creer que solo con una votación empieza y termina la Democracia sería perpetuar el mismo modelo que está haciendo agua. Un modelo que se dice Representativo, pero que se ha mostrado como excluyente y segregador. Lo que esta sociedad ha exigido, de todas las formas posibles, es Participación, para no seguir siendo ganado mantenido en un corral de deudas y represión. Y nadie puede pensar que el trabajo ha quedado en manos de otros y que ya podemos volver a nuestra rutina individualista. Como ciudadanos tenemos la responsabilidad de seguir pendientes de lo que harán los que fueron electos. Ayer solo se ha dado un primer paso. Uno de los muchos necesarios para transformar por fin a Chile no en una utopía, sino simplemente en un lugar digno para vivir, en donde todas y todos tengamos posibilidades de realización y felicidad. En donde el centro de la preocupación sea el ser humano y su calidad de vida, en un país que ya está sufriendo aceleradamente los efectos del Cambio Climático y que enfrentará desafíos derivados de la Automatización y los cambios sociopolíticos globales. No sé ustedes pero, incluso en medio de la desolación, yo tengo más esperanza que ayer.

Pta. Arenas, Magallanes, Chile

17 de Mayo de 2021

Rafael Cheuquelaf Bradasic
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Periodista, fotógrafo e integrante del dúo electrónico magallánico LLUVIA ÁCIDA. Encargado de Artes y Culturas de la Universidad de Magallanes.

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