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Un vocabulario nutrido

Hoy en día no están de moda las palabras; por el contrario, están casi inhabilitadas, ya que debido a que se prioriza el ahorro de espacio y tiempo, el buen léxico se ha vuelto dispensable e incluso anticuado. El uso de símbolos, palabras cercenadas y jergas está absolutamente en boga. Por otro lado, encontramos la transcripción de las palabras, que, por consenso, deben ser escritas de cierta forma, lo cual también, se encuentra en un sitial bastante distendido.

Sin embargo, si analizamos que todo lo que sentimos y pensamos es tan extenso como la vida misma, resulta paradójico intentar creer que, con un reducido número de palabras y conceptos, seremos capaces de comunicarnos con nuestro entorno o con nosotros mismos. Tener un vocabulario nutrido puede ahuyentar a muchos fantasmas existenciales, porque nos lleva a una orilla en que estamos más a salvo, ya que comprendemos mejor cada una de las aristas que apuntan hacia nuestra alma. La idea no es llegar a una expresión hablada o escrita altisonante, la idea es lograr un mejor entendimiento de todo lo que nos ocurre y esto se consigue, en la medida en que contamos con más instrumentos de comprensión y traducción de los hechos o circunstancias. Uno debe aceptarse a sí mismo, como una manifestación efímera del ser y considerar que muchas veces las formas terminan por crear el fondo.  Una de las formas es la palabra, y a pesar de que todos somos iguales, moldeamos las cosas y ambientes de manera diferente. 

Desde otro punto de vista, la palabra escrita, y ojalá bien escrita, creo que podría considerarse, geometría sagrada.  Se gesta invisible en nuestro pensamiento, en nuestra esencia, en nuestro ser y luego viene al plano tridimensional, primero sonora en nuestra cabeza para ser posteriormente transcrita en un teclado o en un papel, iniciándose así, de algún modo, su materialización. Pero, y si no conocemos las palabras necesarias o suficientes para interpretar, con mayor detalle y delicadeza, nuestros anhelos, proyectos o sueños, tanto los que deseamos para nosotros como para los demás, o los que, simplemente, no deseamos ¿Cómo podríamos hacerlo, si no encontramos en nuestro interior la manera de decir lo que nos está desbordando? ¿No será, que un vocabulario escaso nos lleva por caminos menos gratos, menos cultivados?, porque la palabra es creadora y no es lo mismo crear con un par de herramientas que con un taller surtido de ellas y que sabemos utilizar, sacando el mejor provecho de cada una.

Esta breve reflexión comprime una postura, quizás, para algunos, arcaica, pero si le damos un sentido práctico, siempre es mejor contar con más elementos de construcción y expresión.  Además, el ejercicio de verificar la ortografía, cuando tenemos dudas o investigar el significado de algún vocablo, toma tan breve tiempo, gracias a los métodos modernos con que hoy contamos que, intentar conocer y recordar más palabras, podría convertirse en un buen ejercicio mental y de esta forma en un valioso aliado para nuestro bienestar.


Fotografía por Jimmy Chan / Ig: @jimbear.chan

María Alejandra Vidal Bracho
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Pintora naif y escritora chilena nacida en la ciudad de Punta Arenas, Magallanes. Su trabajo literario se desarrolla a través de poemas, cuentos y reflexiones, relacionados con los sentimientos e ilusiones propios del ser humano.

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